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INDOAMERICA
REVISTA
MENSUAL
ILUSTRADA
AÑO I NUMERO 1
ARTE, HISTORIA
Y
LITERATURA
HISPANOAMERICANA
JUNIO 1935
INDIA, OLEO DEL GRAN PINTOR BOLIVIANO DE. CECILIO GUZMAN
DE ROJAS
. REDACCION: RIVADAVIA 958 - BUENOS AIRES.
JUNTA DE HISTORIA Y NUMISMÁTICA
BIBLIOTECA DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA
Director: RICARDO LEVENE
★ ★
C O L A B O R A N en esta Biblioteca los miembros
de la citada Institución, todos ellos autores que
tienen crédito intelectual y que han dado amplias
muestras de amor y de su fe en la cultura su-
perior que es por esencia desinteresada y for-
madora el alma nacional.
El público ilustrado y los profesores encontrarán
en los volúmenes que componen esta Biblioteca,
incentivos para el estudio y la meditación, como
que han sido escrito por los más eminentes pu-
blicistas cuyo detalles insertamos abajo.
Deseosos de colaborar en esta empresa de cul-
tura pública, hemos aportado nuestra experiencia
con decisión y entusiasmo.
Antonio Dellepiane: Estudios de Historia y Arte Argentinos.- Juan Alvarez: Temas de Historia Eco-
nómica Argentina.- Carlos Correa Luna: Rivadavia y la Simulación Monárquica de 1815.- Ramón
J . Cárcano: Primeras luchas entre la Iglesia y el Estado en la Gobernación de Tucumán (Siglo
XVI).- Mariano de Vedia y Mitre: De Rivadavia a Rosas.- Clemente L. Fregeiro: Estudios Histó-
ricos sobre la Revolución de Mayo (2 tomos).- Enrique Ruiz Guiñazú: La Tradición de América.
Su valoración subjetiva.- Pablo Cabrera, Pbro.: Ensayos sobre Etnología Argentina.- Arturo Capdevila: Rivadavia y el Españolismo Liberal de la Revolución Argentina. - Joaquín V . González: Mitre.- Ricardo Levene: La Anarquía de 1820 en Buenos Aires.
T A M A Ñ O 15 x 20 1/2 cms., REGIAMENTE ENCUADERNADOS
EN TELA. CONTENIENDO C/U.
DE 200 A 350 PAGINAS.
PRECIOS
RUSTICA................$ 4.— el tomo
-ENCUADERNADO ¨¨6 .— ¨¨
EN OCHO MENSUALIDADES:
12 Tomos encuadernados $ 80.—
★ ★LIBRERÍA Y EDITORIAL "EL ATENEO"
DE PEDRO GARCÍA
FLORIDA 371 BUENOS AIRES
Telef. 31 (Retiro) 2801 y 2986
SUCURSALES: CORDOBA 2099 - BUENOS AIRES
9 DE JULIO 72 - CORDOBA
INDOAMERICA REVISTA MENSUAL ILUSTRADA
AÑO I ★ BUENOS AIRES, JUNIO DE 1935 ★ N°. 1
INDO-AMÉRICA, se incorpora al periodismo nacional con la
aspiración de propender a la confraternidad espiritual de los
pueblos hermanos, hermanos en la gran tradición que nace
en el Altiplano de Bolivia, con la civilización milenaria de
Tiahuanacu, que continúa con la gran cultura incaica que floreció a
orillas del Lago Sagrado, el Titicaca, boliviano-peruano, con la fusión
hispano-indígena que atestigua su rebeldía en los templos y las casonas
de Potosí, Chacabamba, Sucre, La Paz y Cuzco y que hoy, ante la
aspiración por crear en nuestra América una cultura propia, injerto de
la modernidad sobre las viejas raíces aborígenes y criollas, se reafirma
con lazos más fuertes, mediante las fecundadoras corrientes espirituales
que bajan del Altiplanicio a la Argentina y demás países limítrofes,
probando así que ayer, como hoy y como mañana la América Hispánica
es una e indivisible.
2 INDOAMÉRICA
¡PAZ!
HORAS antes de entrar en prensa Indo-
américa, una solicitación telefónica
de mi buen amigo Talamón, me im-
pone la tarea de improvisar estas lí-
neas sobre la paz. ¡Qué sencilla y
qué enorme palabra! ¡Paz! Para defi-
nirla en toda su magnitud conceptual,
me bastaría decir a los hombres: “Volved los ojos
hacia el dulce Maestro de Galilea”.
Cuando murió mi madre, mi imaginación vagó
durante muchos meses para traducir, en humilde
flor, la gran angustia que me dejó su ausencia. Y
todavía no estoy conforme con la síntesis que tomé
a los clásicos — síntesis, tibia como una lágrima—
para depositar en el mármol de su huesa: “Non
obiit; abiit”. No ha muerto; partió…
Hoy, es tan grande mi júbilo; está mi corazón
tan saturado de alegría; es tan impresionante la
emoción que siento en presencia de este enorme
acontecimiento de la historia de América que clau-
sura por siempre las luchas fratricidas, para impo-
ner como supremo veredicto, la fuerza inapelable
de la Justicia y el Derecho, que, a la inversa de
aquel doloroso acontecimiento de mi vida, no en-
cuentro las palabras apropiadas para definir la gran-
deza del episodio; ni me atrevo a ensayar, frente a
esta nueva aurora de la confraternidad continental,
la ferviente aleluya reclamada por la paz que aca-
ban de concertar los dos pueblos hermanos. Prefie-
ro, entonces, que hablen por mi estado de ánimo, las
palabras del poeta francés que expresó en el lírico
apotegma — “les plus beux vers ce sont seux qu’on
n’écrit jammais”— la imposibilidad de traducir los
sentimientos que no tienen definición.
Y así es nomás. Da paz del Chaco es el himno
nuevo de las Américas. Una especie de hostia que
si se amasó en el infortunio con levaduras de san-
gre, va a purificarse en el crisol de la Justicia y el
Derecho para la comunión espiritual de nuestras
jóvenes Repúblicas.
La Historia dirá lo demás. La musa. Clío acaba
de tomar el lápiz de acero para entregar a los tiem-
pos los materiales del episodio. Por Ella sabrán las
generaciones futuras todo cuanto de grande y pa-
triótico tuvo esta epopeya. Sabrán del incruento sa-
crificio de un pueblo trabajador y pacífico, que su-
po improvisarse en pueblo-soldado, para acudir a las
selvas inhóspites a derramar su sangre por el honor
nacional y en defensa del patrimonio de sus mayores.
Sabrán de la serenidad y del dolor. Y sabrán también,
con claridad meridiana, todo el proceso de la tra-
gedia bajo sus aspectos militar y político; con sus
triunfos y sus vicisitudes; con el fervor patricio de
sus ciudadanos y las alternativas de una diplomacia
internacional que tuvo sus apóstoles y sus fariseos...
Y sabrán también, que un día de junio de 1935, al
despuntar de una estrella que despejó los horizontes
para que vibraran con más hondura los claros clari-
nes de la Victoria definitiva, apareció como una som-
bra blanca sobre la heredad llena de sangre, el An-
gel de la Paz, reclamado por los pueblos hermanos de
América y como un heraldo desprendido desde el tro-
no de Dios.
¡Bienvenida sea la paz! ¡Y bienvenida así, sin ven-
cedores ni vencidos! ¡La paz, amplia, generosa, sin
rencores por el pasado y sin recelos para lo por ven-
ir!¡Bienvenida por todos! Por el recuerdo piadoso
y cariñoso de los que quedaron, y la vida de los que
volvieron; por el dolor de todas las madres; por el
dolor de las estoicas madres bolivianas, que supieron
reproducir en la hora trágica, con serena altivez y
noble orgullo, el piadoso heroísmo de sus abuelas;
por la gloria civil de los dos pueblos que enfrentaron
sus armas; por Bolivia, la ínclita Bolivia, que mien-
tras pone en orden las páginas de su historia colonial
para definir su triunfo jurídico en las lides del Dere-
cho, retoma las herramientos del trabajo, mientras el
sol de la alegría cabrillea sobre la nieve de sus mon-
tañas y vuelve a sentirse en los oteros el salmo a la
vida ondulando en la flauta pastoril.
“Padre Nuestro que estás en los cielos. . . ”
Jaime Molins.
INDOAMÉRICA 3
Apuntaciones sobre los Aimaras de la Paz
La fiesta de la
invención de la Santa Cruz
POR
NELLY MERINO CARVALLO
(Para "INDOAMERICA” )
LA fiesta de la Invención de la Santa
Cruz, en La Paz, en una de las fies-
tas más famosas de los indios y de
las más ruidosamente celebradas.
Durante tres días y en la noche
del tres de mayo es grande el entu-
siasmo y desenfreno de la muchedumbre. Todo el
pueblo se reúne en la región llamada “Plaza Rio-
siñho” y en el cerro del Calvario, que ostenta una
enorme cruz y donde se levanta una capillita para
la devoción de los creyentes. Desfilan pandillas dis-
frazadas, bailando al son de las orquestas indígenas,
seguidas de un gentío contagiado también del en-
tusiasmo popular.
En todas las celebraciones de las fiestas, en las
que toma parte el pueblo,— que es fanático y con-
servador de sus ideas religiosas— se designa un
“preste”, (llámase así a la persona que ha manifes-
tado voluntad para celebrar en su casa la fiesta, indi-
cada) generalmente es una “chola” (1) y tiempo
antes de la fiesta envía tarjetas a las personas que
pueden ayudarla pecuniariamente para dar realce a
la ceremonia.
Unas pagan los focos de luz de la iglesia alrededor
del santo que celebran; otras tienen a su cargo la
música de la misa, o el precio del sermón que se dirá
ese día. Envían de visita a la “preste” designada, la
efigie del Niño Dios, ricamente ataviado con zapa-
tillas de plata y traje de bordados y alamares relu-
cientes; después de tres días, es recogido y la “chola”
contrae compromiso serio de ser “preste”.
Reparte invitaciones entre sus relaciones para la
misa solemne que ha de celebrarse y ese día lleva
cargado en sus brazos, sobre un paño blanco bordado
al tambor, la estatua del Niño Dios y la acompañan
un grupo considerable de mujeres,— las de mejor
reputación— todas con un zahumador de plata con
carbones encendidos con mirra e incienso, perfuman-
do así, a la Santa Imagen en su trayecto de la casa
al templo, y en su regreso.
Durante la misa te entregan a la “preste” un cirio
encendido, que recibe satisfecha, porque sabe que
todas las atenciones serán para ella, por el honroso
cargo que representa. Estas procesiones de cholas,
todas muy bien vestidas, con faldas cortas inmensa-
mente repolludas, que dejan ver un poco la pierna
prisionera en medias de seda y altas botas de cabri-
tilla, sus suntuosos mantones, de seda y flores bor-
dadas, prendidos con “topos” (2) de oro y perla o
de plata, los sombreros de pila, duros y de altas copas
y los grandes aretes de perlas, son frecuentes en las
calles cada vez que tiene lugar alguna fiesta de re-
nombre y es muy pintoresco verlas caminar airosas,
en medio del humo aromático que desprenden los
pebeteros.
Al llegar a la casa de la “preste” empieza la fiesta
y sirven a los convidados repetidas cofas de alcohol,
— que es menester aceptar siempre— . Después pasan
al lunch, alrededor de una larga mesa enmantelada
con finos encajes y donde se han dado cita los fiam-
bres y carnes diferentes, tortas, panes, galletas, dul-
ces y bombones finos, vinos, cerveza y chicha en
abundancia; y en medio de la alegría de Baco, desig-
nan a la nueva “preste”, para el próximo año en igual
fiesta.
Sigue el baile sin parar; sólo se interrumpe éste
para volver a comer o beber y así se suceden las
danzas hasta horas avanzadas de la noche. Esta alga-
rabía dura dos o tres días y al final acompañan a la
“preste” recién nombrada hasta su casa, llevando de
nuevo la Imagen bendita, porque esperan ser recom-
(1) Chola mestiza del pueblo, viste traje característico.
(2) Topos, grandes alfileres de formas caprichosas y
variadas, usados por los indios y cholas para prender sus
mantones.
4 INDOAMERICA
pensados por ella, y se reproduce otra vez en la casa
el consumo de licores!. . .
Entre los campesinos aymaras hay estas mismas
costumbres, sólo que éstos son menos rangosos que
los "cholos”.
El Parque Riosiñho lucía sus mejores galas en los
días y noches que conmemoraban la fiesta de la Inven-
ción de la Santa Cruz. De los árboles colgaban
los focos eléctricos de variados colores y brillaban el
verde de las hojas que parecían esmaltadas; guirnal-
das de banderas y flores se confundían con los hilos
de luz de los faroles chinescos, que daban un aspecto
fantástico y deslumbrante, grupos de repolludas cho-
litas, hacían crugir el almidón de sus enaguas, osten-
tando sus mejores trajes y joyas.
Los indios, con sus gorros tejidos y sus ponchos
de colores vistosos, caminaban en todas direcciones,
mientras los bailarines “ Cullaguas” (3) “Sicuris”,
‘‘Morenos”, bailaban desenfrenadamente al son de
las Zampoñas, las “Kenas” (4) los bombos y tam-
bores. ..
¡Qué aspecto tan netamente español presentaban
las calles irregulares y angostas de esos sitios aparta-
dos; engalanadas las casas con banderas tricolores y
profusión de flores; en los balcones de fierro, cala-
dos y salientes, misteriosos e incitantes a una cita,
piños de mujeres envueltas en mantones de Manila,
aparecían como en acecho de algún caballero de capa
y espada que debiera venir a tocar la serenata del
Amor y la Vida!
Quisimos contagiarnos con la alegría sana de este
pueblo que nos ofrecía un vivo cuadro de costumbres
nacionales y fuimos espectadores, no desde afuera,
sino que, íntimamente mezclados entre las masas, sin
distinción de clases sociales. ¡Y, cuánto hay que ce-
lebrar aquí la cultura y el orden admirables que
mantienen los obreros y los indios en sus fiestas! No
se ven ebrios ni revoltosos, ni se oyen gritos destem-
plados; todos se divierten con mesura, sin degenerar
en el desenfreno!. . .
Y, sin embargo, el ponche de aguardiente se toma-
ba en cantidades. .. y la muchedumbre hervía por
todas partes en son de fiesta y los “yockallas” (5)
saltaban también entregándose al delirio de las dan-
zas, entre carcajadas y chistes graciosos. . .
Seguimos andando sugestionados por el aire de la
música incásica que tocaban las kenas lejanas.
El indio es triste, sus instrumentos de música en-
tonan melancólicos, evocadores de ensueños y armo-
nías dormidas en el fondo del alma; en confuso
montón de notas vagas, escuchamos en esta noche,
todos los ayes lastimeros que esta raza sumisa y
trabajadora, que tiene un concepto alto de la vida y
de sus deberes.
¡Las multitudes abigarradas de gentes seguían des-
filando en opuestas direcciones; parejas enamoradas
buscándose en las sombras para decirse sabe Dios
qué!...; las numerosas tiendecitas de comestibles
expendían sus dulces, fruta y maní tostado, y los
indios alejábanse más y más hacia el pie del Calvario,
entonando sus tristes melodías que repercutían en
lontananza!
Arriba, en al cumbre del cerro, ardían las luces
que rodeaban a la Cruz, símbolo del dolor, ese ma-
dero que todos cargamos en la vida, unos con la santa
resignación, otros con la rebeldía que sugieren las
desigualdades humanas!. ..
Y el eco de la “Kena” incaica parecía entonar en
el alma del indio el himno de la esperanza; la espe-
ranza que resurja esta raza fuerte y buena, que pue-
bla las llanuras y serranías andinas. . .
(3) Cullaguas, Sicuris y Morenos, nombres con que se
designan los diferentes grupos de bailarines en trajes de
carácter.
(4) Kenas, flautas indígenas de caña.
(5) Yockallas, granujas, en quechua
INDOAMERICA 5
ARTE BOLIVIANO
Potosí, cuna de la independencia artística y espiritual
de América
Potosí, cual lo prueba el eminente americanista
arquitecto Angel Guido, en un enjundioso tra-
bajo publicado en La Prensa y del que transcribi-
mos los párrafos más significativos, fue la
cuna de la liberación espiritual de nuestra
América, por obra
del gran artista ques-
chua José Kondori,
autor de la admi-
rable portada del tem-
plo San Lorenzo de
la Ciudad Imperial.
Así Bolivia, que
en Chuquisaca había
engendrado la eman-
cipación política de
Sud América, tiene
la honra de haber si-
do portaestandarte de
la liberación artística,
afirmada con docu-
mentos irrefutables
por Angel Guido en
los párrafos que si-
guen:
“Quizá por prime-
ra vez en los estu-
dios de la historia
americana se -hable
de un artista plásti-
co que muchos años
antes de la Revolu-
ción de Mayo, traba-
jaba un arte rebelde,
un arte que quería a
brazo partido liber-
tarse de la dictadura
estética impuesta por
la autoridad inmar-
cesible del virrey; un
arte insolente para el
español civil, un ar-
te hereje para el español católico. Y el hispano, irres-
petuoso de lo autóctono, que explotaba al indio en
la encomienda, que sojuzgaba al queschua y el ay-
mara en la mita pavorosa y cruel, que despreciaba
soezmente, brutalmente, el culto solar que llevaba el
indio en el corazón, estaba, sin embargo, retado vio-
lentamente, en su insolencia habitual, por los silen-
ciosos artistas que trabajaban en la arquitectura y
en la música criollas”.
“De José Kondori, el autor de la famosa portada
de San Lorenzo de Potosí, no tenemos noticias tan
exactamente registradas como respecto a Aleijadin-
ho, pese a nuestra obstinada búsqueda en los Ar-
chivos de Potosí. Las efemérides mineras están su-
ficientemente documentadas respecto a las obras de
arte. Las potosinas, muy pobremente. Baste solo re-
cordar que las nume-
rosas construcciones
de iglesias;ejecutadas
en el siglo X V III no
han sido en su ma-
yoría registradas.
“Pudimos recoger,
sin embargo, que Jo-
sé Kondori — indio
queschua — nació en
un pueblo- próximo a
Potosí durante el úl-
timo lustro del siglo
XVII.
“La labor del gran artista
indio Kondo-
ri fué prominente en
Potosí. No es posi-
ble negar que alre-
dedor de Kondori se
haya realizado una
verdadera escuela de
arte criollo ya eman-
cipado del español.
“Su obra máxima
es, sin duda, la por-
tada de San Lorenzo
de Potosí, ejecutada
durante los dieciséis
años que corren des-
de 1728 a 1744.
“Esta obra, tra-
bajada como una joya
de orfebrería, ejecu-
tada en piedra, fué
esculpida personal-
mente, es decir, ha-
ciendo uso exclusivo
de peones.
“Es una obra,
pues, casi en totali-
dad americana. Las estructuras que constituyen el
esqueleto arquitectónico están dispuestas dictatorial-
mente por los sacerdotes de la orden. Procedían del
barroco español, pues en aquel momento, como es
conocimiento de todos, el churriguerismo estaba en
auge en la península, ya que era la época de Churri-
guera, de Rivera, de Tomé. Pero ¡cuánta distancia
entre el ultra-barroco español y este arte criollo es-
culpido por el queschua Kondori!
“Volviendo a nuestro ejemplar, se intuye, induda-
blemente, a través de esa labor magnífica de un solo
artista, la contextura recta y vigorosa de Kondori,
(Sigue en la pág. 28).
Portada del Templo de San Lorenzo de Potosí, obra del artista chescua José
Condori, en la que se inicia la emancipación espiritual de nuestra raza hispano-
americana.
6 INDOAMERICA
En torno a una conferencia del general
don Alfonso Baldrich
LA lucha contra la ne-
fasta influencia de
la Standard Oil, el
gran pulpo yankee
que, con brutalidad,
se extiende hoy so-
bre el mundo, tiene
un apóstol en la per-
sona del general don
Alonso Baldrich, militar pundonoroso y
hombre de acción y de pensamiento.
En nuestro país, este general de la
Nación es el símbolo de la reacción na-
cionalista contra una de las innumerables
empresas extranjeras — una de las me-
nos poderosas hasta hoy— que se han
adueñado de más del sesenta por ciento
de nuestra riqueza y nos han colocado,
siendo la Argentina uno de los países
más favorecidos por la naturaleza, en la
angustiosa situación de uno de los pue-
blos más pobres de la tierra.
Con elevado y comprensivo argenti-
nismo, el general Baldrich encara el
problema de petróleo, no creyendo, como
tantos políticos que militan de naciona-
listas, que se puede ser tal y abogado de
empresas extranjeras que nos esquilman,
o sea defender a quienes conspiran con-
tra los intereses de la patria y procla-
marse patriota…
Rendido este justo homenaje a la no-
ble y enaltecedora figura del militar
argentino, cabe agregar que los malos
manejos de la Standard Oil, le llevan,
con entera buena fe y como es habitual
entre los apóstoles, a ver en todas partes
la siniestra mano del gran trust yankee,
verbi gracia en la guerra del Chaco,
fruto esta de una simple especulación
petrolifera, según él.
En una conferencia dada en el salón
de actos de La Razón, nuestro general
desarrolló esa tesis, infiriendo al pueblo
boliviano, el más intimamente ligado a
nosotros por lazos espirituales e histó-
ricos, nuestro amigo tradicional por más
de un siglo, el único que nos tendió
fraternalmente la mano en momentos de
peligro, cuando la guerra con Chile pa-
recía inminente (Paraguay, en cambio,
en esos instantes de angustia, enviaba
veinte jóvenes a estudiar en la Escuela
Militar de Santiago y contrataba, para
organizar su ejército, una misión militar
chilena) una ofensa grave y gratuita,
que es de lamentar haya salido de labios
de una personalidad de tanto prestigio.
De acuerdo con las palabras del gene-
ral Alfonso Baldrich, la cuestión del
Chaco boreal sería poco menos que una
creación de la Standard Oil, para en-
gendrar la guerra entre ambos pueblos
hermanos.
Está visto que el conferenciante co-
noce mejor el problema del petróleo
que el asunto del Chaco, existente, este,
desde los albores de la independencia,
pues Bolivia no reconoció nunca la so-
beranía paraguaya sobre el vasto terri-
torio que se extiende a la orilla derecha
del Río Paraguay; sin que sea razona-
blemente posible responsabilizar a la
Standard Oil de esa defensa secular,
por parte de Bolivia, de sus derechos
históricos, patentes en su uti possidetis
juris de 1810, sobre la región hoy tea-
tro de la guerra.
Por lo visto el prestigioso general
olvida que en 1879, es decir, hace más
de medio siglo, Bolivia y Paraguay fir-
maron el tratado Quijarro-Decoud, por
el cual la primera cedía a la segunda,
“prescindiendo de sus derechos históri-
cos” según reza en el documento y ac-
cediendo generosamente al pedido del
entonces presidente paraguayo Cándido
Barreiro, que invocaba “la vastedad de
los dominios bolivianos y las pérdidas
territoriales sufridas por su patria a raíz
de la guerra de la Triple Alianza”, la
zona comprendida entre los ríos Para-
guay y Pilcomayo y el paralelo 22; tra-
tado que el Parlamento de Bolivia rati-
ficó, encarpetándolo, en cambio, el pa-
raguayo, en tanto que el gobierno de
Asunción, violando su firma, ponía en
subasta las tierras en litigio... Que en
1887, en otro tratado, Bolivia volvía a
ceder al Paraguay, la misma extensión
y establecía el arbitraje del Rey de Bél-
gica sobre la zona delimitada por el Río
Paraguay, los paralelos 22 y 21 y el
meridiano 63. Este tratado, el Tamayo-
Acebal, también fué ratificado por el
Parlamento boliviano y encarpetado
por el paraguayo, repitiéndose nuevamente
la violación de la firma estampada al
pie de esa tira de papel, por parte de
Asunción que se adueñó militarmente de
Puerto Pacheco, situado fuera de la
zona a someterse al arbitraje... Que en
1894, por el Tratado Ichazo-Benítez, pa-
saba al dominio paraguayo la región
delimitada por los ríos Paraguay y Pil-
comayo y una línea divisoria, que arran-
cando de Fuerte Olimpo (paralelo 21),
finalizaba en la intersección del Río
Pilcomayo con el meridiano 61° 28.
La influencia de la Standard Oil.
¿Fué, acaso, la Standard Oil que im-
pulsó a Bolivia a firmar y ratificar
esos tratados y al Paraguay a encarpe-
tarlos y violarlos? ¿A eso llama el ge-
neral Baldrich hacer “todas las conce-
siones compatibles en la dignidad y la
seguridad nacional”, por parte de los pa-
raguayos? Es patriótico y fecundo des-
confiar de la Standard Oil, pero resulta
poco recomendable ver su garra en to-
das partes, hacerse eco de las interesadas
acusaciones paraguayófilas, en torno a
las cuales se mueven muchos intereses
bastardos, y aún de los díceres del sena-
dor Huey Long, víctima, también, por
lo visto, de la misma ofuscación de que
padece, en lo que se refiera a la guerra
del Chaco, el general Baldrich.
Admitimos, por un momento, que la
empresa yankee haya sobornado a una,
dos, tres o más personalidades bolivia-
nas transformadas así en paladines de
la guerra con el Paraguay ¿ello auto-
rizaría, acaso, para creer que toda Bo-
livia: sus militares, tan pundonorosos y
tan patriotas como pueden serlos los de
otros países, los del nuestro entre ellos,
sus estadistas, sus intelectuales, sus
hombres de negocio, tolerarían esa gue-
rra en defensa de los intereses de una
empresa extranjera, se harían matar en
el infierno del Chaco y llevarían su
pueblo a la muerte y su patria a la
ruina?... No, mi distinguido general;
que un senador yankee, a fuer de tal
convencido de la inferioridad de South-
América, de la incapacidad intelectual,
de la inmoralidad y del salvajismo de
los hispano-americanos, lance esa acu-
sación infamante, nos parece lógico,
pues Yankelandia desprecia nuestra ra-
za; pero que un hispano-americano haga
suya esa acusación y las lance contra un
miembro de la gran familia a la que
pertenecemos y que tenemos el deber de
conocer algo menor que un norteame-
ricano, nos parece lamentable y desdo-
roso para todos los que nos enorgullece-
mos de haber nacido en Hispano-Amé-
rica y tenemos fe inquebrantable en las
nobles y bellas prendas morales e in-
(Sigue en la pág . 8)
INDOAMERICA 7
ARTISTA BOLIVIANOS
CECILIO GUZMAN DE ROJAS
CECILIO GUZMÁN DE ROJAS, pintor boliviano nacido en la
Ciudad Imperial de Potosí,
que tantos grandes artistas ha
dado a Bolivia, es uno de los
grandes valores' del arte his-
pano-americano. Hizo sus es-
tudios en Madrid y es el más
joven miembro de la Academia de San Fer-
nando de Madrid.
Actualmente Guzmán de Rojas es nuestro
huésped y ofrecerá a nuestro público una se-
rie de óleos y acuarelas en las cuales revela
con originalidad y vigor los horrores de la
guerra del Chaco y el intenso y desgarrador
dolor humano de la contienda.
La exposición, que sin duda será un ver-
dadero acontecimiento artístico, será abierta
el 1° de Julio próximo en el salón Gutiérrez,
de la calle Florida 958.
Entierro Indio
Fruta Paceña
8 INDOAMÉRICA
En torno a una conferencia del
general don Alfonso Báldrich
(Viene de pág. 6)
telectuales que nos colocan, en el plano
superior del espíritu, a mayor altura
que sus acusadores del Norte…
Esa calumnia hacia Bolivia hay
quienes la dirigen, con idéntico dere-
cho e igual injusticia, así hay que creer-
lo, al Paraguay, al presentar este país
como simple juguete de los capitalistas
argentinos y brasileños radicados en el
Chaco Boreal, negreros que Rafael Ba-
rret estigmatizó para siempre en su ho-
rroroso libro “'El dolor paraguayo”.
Por otra parte, cabría preguntar:
¿Qué interés tiene la Standard Oil en
la guerra del Chaco, en el empeño en
que esa región pase a dominios de Bo-
livia? En ella no hay zona petrolífera
alguna, desde que harto sabido es que los
yacimientos se hallan a lo largo de la
cordillera tarijeña y cruceña, o sea fue-
ra del territorio en litigio. ¿La cons-
trucción de un oleoducto? No creemos
que Paraguay se negara a la realización
de una obra que intensificaría el tráfico
marítimo en sus ríos y lo beneficiaría;
siempre que no fueran ciertos los ru-
mores que presentan al Paraguay como
influenciado por una empresa británi-
ca, rival a muerte de la Standard Oil,
e interesada en hacer fracasar la explo-
tación petrolífera de su competidora!
Además, la entrega casi total del Cha-
co a empresas extranjeras, por parte del
gobierno de Asunción, prueba que la
Standard Oil, si así lo deseara, conse-
guiría también concesiones petrolíferas,
ello tanto más lógico, cuanto Paraguay
carece de potencialidad financiera para
explotar sus yacimientos, si los tuviera,
y cuanto el gobierno salteño, no obs-
tante el repudio de la conciencia nacio-
nal argentina, ha entregado sus napas
petrolíferas al mencionado trust yankee.
Siempre que no asentemos la premi-
sa, que únicamente podría ser formulada
por un cretino, que en Hispano-Améri-
ca los bolivianos monopolizan los de-
fectos de la raza y los paraguayos las
virtudes, hay que reconocer que, en tren
de difundir chismes, tiene más visos de
realidad, que una Bolivia manejada por
la Standard Oil, un Paraguay pelele de
los capitalistas argentinos y brasileños,
cuya influencia en Buenos Aires fué se-
ñalada en Paris-Soir, por un periodista
francés que estuvo en Asunción, alar-
mados aquellos por un posible reinte-
gro del Chaco Boreal a la heredad boli-
viana (que en su discurso al Partido
Liberal, el presidente Ayala dió como
posible al afirmar que ningún gobier-
no paraguayo se atrevería a entregar-
la zona del Fallo Hayes a Bolivia, si
el arbitraje así lo estableciera) y la
consiguiente anulación de las ventas y
concesiones de tierras realizadas en do-
minios ajenos por los gobiernos de Asun-
ción.
En efecto, el Paraguay, país muy rico
pero de limitada producción, puede ex-
portar: yerba mate, maderas, naranjas,
extractos de tanino y de carne — presen-
tándose así, sea dicho de paso para ilu-
minación de los nacionalistas al uso crio-
llo, como competidor nuestro— , en tan-
to que Bolivia, que para quienes la co-
nocen, es uno de los países más ricos
de Hispano-América, no puede conside-
rar el asunto del petróleo como primor-
dial para su vida económica. Dueña mun-
dial de la producción de estaño, de su
subsuelo se extraen en gran cantidad:
plomo, cobre casi en estado nativo, wol-
fran, oro, plata y otros minerales, entre
ellos el hierro, no explotado aún; la
fertilidad de sus extensos valles andinos,
y de las vastas zonas de Santa Cruz de
la Sierra y el Beni, es proverbial: el
café, el mejor del mundo, el de Yungas,
el cacao, el maíz, las frutas tropicales,
crecen próvidamente y lo propio aconte-
ce con los productos de climas templados
y fríos, a medida que se asciende hacia
el Alti-Plano, donde el trigo, la papa, la
cebada y el ganado lanar son más que
una promesa para el futuro. Bolivia po-
see todos los climas y su suelo es apto
para todos los cultivos y para todas las
crías ganaderas, y — ello es lo que a un
nacionalismo constructivo y previsor in-
teresaría entre nosotros— nos puede ofre-
cer minerales para iniciar y cimentar en
la Argentina la industria pesada, sin la
cual no hay país rico ni militarmente
seguro, comprándonos, en cambio, gran
cantidad de artículos manufacturados, lo
que ampliaría el horizonte de nuestra in-
dustria liviana y, además: harinas, trigo,
vinos y otros productos, cuyo intercam-
bio resultaría mucho más beneficioso pa-
ra la economía nacional, para el progreso
industrial del país y para nuestras con-
veniencias internacionales, que los bas-
tardos intereses de los negreros del Cha-
co, cuya producción se está desarrollan-
do, como queda dicho más arriba, en
competencia con la de los capitales radi-
cados entre nosotros; de modo que aque-
llos se nos presentan por más de doscien-
tos setenta millones de pesos como deser-
tores de nuestra economía, minada por el
ya mencionado hecho de que empresas
extranjeras poseen el sesenta y dos por
ciento de nuestra riqueza (cerca de trein-
ta y un mil millones de pesos, sobre un
total, calculado con no escaso optimis-
mo, en cincuenta mil millones), como
traidores a casi lo único que en tiempo
de paz puede traicionar un ciudadano
civil: la vida económica de la nación; y
como propulsores de industrias radicadas
en tierra extranjera que, acaso el tiempo
mediante, competirán con las nuestras en
el mercado mundial.
Los derechos de Bolivia y Paraguay.
En cuanto a afirmar que el derecho
está de parte de los paraguayos, en el
asunto del Chaco, llevaría a conclusio-
nes en extremo perjudiciales para la
Argentina.
’No hay tu tia: los postulados del
derecho internacional son idénticos pa-
ra todos, pues resultaría grotesco crear-
los para uso exclusivo de un país dado,
para el caso, el Paraguay.
Este invoca, para justificar sus pre-
tensiones sobre el Chaco Boreal :
que esa zona primeramente explorada por
españoles salidos de Asunción; que ella
fué poblada e industrializada por capi-
talistas cuyos títulos de posesión ema-
nan del gobierno paraguayo, lo que es-
tableció una dominación de hecho; que
en Santa Cruz de la Sierra, existe al-
guna población de origen guaraní.
El derecho de exploración no es re-
conocido por Hispano-América, que le
ha opuesto su genial y genuina crea-
ción: el uti possidetis juris de 1810,
que para gloria de nuestra raza intro-
duce en el Derecho Internacional una
norma nueva y fecunda, destinada a ale-
jar los conflictos armados para zanjar
entredichos de fronteras.
Pero en el supuesto que la explora-
ción diera derechos, habría que recono-
cer, en un plano de verdadera imparcia-
lidad, qué razón tendrían entonces los
escasos ultra-nacionalistas chilenos que
pretenden que San Luis, Mendoza y San
Juan, fundadas, colonizadas y domina-
das por más de dos siglos, hasta el
año 1776, fecha de creación del Virrei-
nato del Río de la Plata, por los es-
pañoles de la Capitanía General de
Chile, deben, por eso, reintegrarse a la
dominación chilena; los bolivianos, a
su vez, invocando la teoría paraguaya
que hoy defienden tantos argentinos,
malos argentinos, podrían pretender,
por la misma causa: Córdoba, Tucu-
mán, Santiago del Estero, La Rioja,
Catamarca, Salta y Jujuy, también fun-
dadas y pobladas por españoles del Al-
to Perú; y los paraguayos, renovando
las aspiraciones de sus dictadores Fran-
cia y Carlos Antonio López, estarian
en su derecho al exigir para si, nues-
tro litoral fluvial, basados en que Juan
de Garay, español enviado, al efecto,
(Sigue en la pág. 20)
INDOAMERICA 9
Chuquisaca cuna de la Emancipación
Hispano - Americana
1809 - 25 de Mayo - 1810
QUIENES estudian en
sus causas y en sus
más remotos oríge-
nes, el vasto movi-
miento emancipa-
dor que abarcó to-
da la América con-
tinental española y
que dio nacimiento
a quince nuevas nacionalidades, comprueban que le-
jos de tratarse de un cuartelazo, de una asonada mi-
litar que puso sobre la balanza el peso, siempre efí-
mero y deleznable, de la fuerza bruta, esa emanci-
pación fué obra de intelectuales y del pueblo, uni-
dos ambos por las más nobles y las más generosas
aspiraciones, y que sólo cuando los caudillejos eri-
gidos en generales de opereta participaron directa-
mente en la vida continental, nuestra América cayó
en el caos y en la barbarie, en los cuales se ha de-
batido por cerca de un siglo.
Ese origen intelectual y espiritual de nuestra re-
volución libertadora, se debe a que fueron sus cunas
dos ilustres instituciones de cultura: la Universidad
Mayor de San Francisco Xavier y la Academia Ca-
rolina de Chuquisaca, la gloriosa ciudada de los cua-
tro nombres: Chuquisaca, La Plata, Charcas y Su-
cre, en las cuales se fueron plasmando y desarro-
llando varios siglos de inquietudes y de rebeldías, cu-
yo origen remonta a los primeros años de la Con-
quista, pues la civilización quéschua no se doblegó
jamás ante, la fuerza de los españoles y sostuvo
constantemente en el Alto Perú un sedimento revo-
lucionario que estalló múltiples veces, cuando las cir-
cunstancias así lo permitían o lo exigían.
Por ello el vasto territorio que hoy es Bolivia,
fué el centro inicial de nuestra emancipación, cen-
tro de hondas raigambres espiritual y social, que
acaso, se hallen también, pero menos fuertes y me-
nos duraderos en otros sitios poblados por razas que
habían alcanzado, antes de la Conquista, relativa ci-
vilización, como en el Noroeste Argentino, ensan-
grentado por la heroica sublevación diaguito-calcha-
quí de Don Juan de Calchaquí, muy emparentada,
cierto es, al Alto Perú, por razones espirituales — la
civilización de estas razas tuvo por origen el injerto
de la cultura quéschua sobre las de las viejas raíces
calchaquí y diaguita— y como en el Sud de Chile,
donde Lautaro, Caupolicán y Lienfúr mantuvieron
en jaque el poderío español, merced a la conciencia
racial de los araucanos; no pudiéndose confundir
esas explosiones libertadoras de entidades étnicas de
relativo desarrollo espiritual, con los malones que
tantas veces asolaron las provincias de Buenos Ai-
res, Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza y la
Pampa, simples actos de pillaje por parte de indios
que solo se proponían robar haciendas y llevarse
cautivas; despreciables reacciones de la barbarie con-
tra la civilización.
Como se comprenderá, los descendientes de los
súbditos de la teocracia comunista de los Incas, que
había alcanzado en Sud América el máximo de cul-
tura, patente ésta en sus grandiosas concepciones ar-
quitectónicas, en la pura belleza de su música y en
la suprema elegancia de su alfarería, de sus tejidos
y de sus artes menores, fueron los más rebeldes,
tanto por su bien arraigada tradición mística, social
y cultural, cuanto por el hecho de que la nueva si-
tuación social imperante en tiempo de los españoles,
con sus mitas y sus encomiendas, resultaba horro-
rosa en relación a la que habían establecido las sabias
y suaves leyes del Inca.
Así en 1610 Ibáñez se subleva en Potosí y en 1623,
hacen lo propio Songo y Collana; en 1661, La Paz
es teatro de la sublevación popular que encabeza
Gallardo, y en 1730, en Cochabamba, otro humilde
caudillo: Alejo Calatayud, también trata de sacudir
“el suave yugo del muy amado monarca español”,
según reza en los documentos oficiales de la época.
Como bien se comprenderá, esas asonadas fueron
ahogadas en sangre y sus caudillos llevados al patí-
bulo, pero en ellas vemos claramente que en la actual
Bolivia el espíritu libertador no se apagó nunca; abar-
cando además, hecho único en nuestra América, la
liberación artística, cual aconteció con la portada del
Templo San Lorenzo de Potosí, en la que el genial
artista quéschua José Condorí, levantó el estandarte
de la rebelión.
Más trascendente resultó la revuelta del último
Inca: Tupac Amarú y de los Catari, en 1780, que
tan honda repercusión tuvo entre los pueblos de
origen aymaro-queschua y que puede considerarse
como el punto inicial de la emancipación hispano-
10 INDOAMERICA
americana, cuyo corolario fue, cinco años más tar-
de, en 1785, la sublevación de los cholos contra los
chapetones — españoles— en Cochabamba, al grito
de guerra queremos, guerra, aguardemos la ocasión;
ambas sangrientamente reprimidas, pero que deja-
ron una semilla que germinó esplendorosamente en
la noble y generosa tierra boliviana.
Esas inquietudes libertadoras, surgidas en la re-
beldía popular, se fueron extendiendo a los domi-
nios del espíritu. Los doctores chuquisaqueños, tam-
bién sentían ansias de liberación, y afirmaban que
imprescindible era rehabilitar a los nativos, injusta-
mente tenidos a menos por los conquistadores.
Mariano Alejo Alvarez, graduado en Chuquisa-
ca, provocó mayúsculo escándalo en Lima, a prin-
cipios del siglo pasado, con su sonada tesis sobre
“La necesidad de dar preferencia a los americanos
en los empleos de América” ; aspiración que años
antes, en 1778, se concretó con la elección del perua-
no Juan José Segovia, para el cargo de Rector de
la Universidad Mayor de San Francisco Xavier,
desconocida por los españoles y considerada como
un acto de rebeldía, al punto que el electo fue lleva-
do a Buenos Aires, Capital del virreinato, y sumido,
por largos años, en inmunda mazmorra.
Las ideas liberales de Agustín Risco, cuñado de
Segovia, también nos prueban cual era el estado de
alma de Chuquisaca a fines del siglo XVIII, pues
este doctor de la culta ciudad alto-peruana asentó
"que las leyes para que obliguen necesitan de pro-
mulgación, y, según los casos, de aceptación”, prin-
cipio que atacaba en su fondo la dominación hispá-
nica en América, al reconocer a los nativos el dere-
cho de aceptar o no las leyes dictadas por la Metró-
poli.
El cura Miguel Salinas y Quiñones, rector de la
Universidad de La Plata, en un enjundioso discurso
al nuevo obispo y carcelario de la misma: Benito
María de Moxó y Francoli, denunció en 1806, “el
escolastismo imperante en la Universidad, como ene-
migo del progreso científico” y en nombre del claus-
tro insinuó la necesidad de que “se echasen por tie-
rra en Chuquisaca, las instituciones de la Universi-
dad Mayor de San Marcos de Lima, que no hacían
sino arraigar más en la escuela el peripato ergotis-
ta”, deslizando al final de su discurso, la esperanza
de que “inspirándose el entrante cancelario en su
amor a la juventud estudiosa, arbitrase métodos más
adecuados para fomentar la enseñanza y ensanchar
la esfera de los conocimientos”, todo lo que, bien
a las claras, acredita el liberalismo imperante enton-
ces en la ciudad de los Charcas.
En la introducción del doctor Horacio Ramos Me-
xía al libro de Vicente G. Quesada La vida inte-
lectual en la América española, dice el primero al
hablar del ambiente de Chuquisaca: “Alguna vez
surge un espíritu liberal y un anhelo de renovación
proyecta establecer un teatro consagrado a la Liber-
tad, la Razón, la Filosofía, al divino Platón y a
Franklin, don Antonio Mariño hizo, sin embargo,
cosa mayor: publicó clandestinamente Los derechos
del hombre, lo que le valió ser perseguido y deste-
rrado”.
Por fin, el sumario que, por orden del Virrey de
Buenos Aires don Baltazar Hidalgo de Cisneros,
fué levantado a raiz de la sublevación emancipado-
ra del 25 de Mayo de 1809 de Chuquisaca, trae
nuevas luces sobre el particular.
En efecto: en los cargos quinto, undécimo y se-
senta se formulan las siguientes preguntas:
5° ¿Porqué no contuvieron al cabildo secular que
desde 1798 empezó a celebrar acuerdo escandalosos,
en horas y días extraordinarios, contra la conducta
del señor Presidente y prelado; no averiguaron los
autores de pasquines que, desde aquel tiempo se pu-
sieron con frecuencia, y de las juntas de libertad e
independencia, que se proyectaban y hacían por al-
gunos del pueblo?
10° ¿Porqué desde entonces se hacían acuerdos
clandestinos y nocturnos en casa del señor Decano
Don José de la Iglesia a que concurrieron algunos
regidores y vecinos particulares? Digan quienes, lo
que trataban y con qué fin y objeto se juntaban?
60° Si saben que estando quieto el Perú y sin
que se atreviese pueblo alguno, ni grande ni peque-
ño, a sacudir el suave yugo de nuestro señor Don
Fernando V II y de la Suprema Junta Central que
en su nombre nos gobierna, luego que se difundió
el mal ejemplo de esa ciudad, la primera en su revo-
lución, se siguieron las de La Paz, Santa Cruz y
Quito, organizadas bajo el mismo plan de gobierno
revolucionario?
Como se ve el ambiente de Chuquisaca estaba mi-
nado por el liberalismo, de suerte que el primer
grito de independencia que estalló en Hispano-Amé-
rica, el 25 de Mayo de 1809 y que arrancó al gene-
ral Ramón García Pizarro, gobernador de Charcas,
cuando el pueblo le llevaba a la cárcel, después de
deponerle, estas proféticas palabras: Con un Pizarro
se inició la dominación española en América y con
un Pizarro se inicia su derrumbe; no fué, ni mucho
menos, un hecho esporádico, sino consecuencia de
varios lustros, casi diríamos varias centurias, de ger-
minación de ideas emancipadoras.
Es pués en ese ambiente revolucionario que se for-
maron los que se graduaron en la Universidad Ma-
yor de San Francisco Xavier y fueron miembros
de la Academia Carolina, siendo lógico que la se-
ñalada por Baltázar Hidalgo de Cisneros, unidad de
(Sigue en la pág. 12)
INDOAMERICA 11
LA BELLA CIUDAD DEL ILLIMANI
He aquí diversos
aspectos de la ciu-
dad de La Paz, ca-
pital de Bolivia:
Arriba, una vista
panorámica, perfi-
lándose en el fondo
el gigantesco Illi-
mani; abajo la ave-
nida del Prado,
con su moderna
edificación y la pla-
za Murillo.
12 INDOAMERICA
Chuquisaca cuna de la Emancipación Hispano - Americana
(Viene de la pág. 10)
organización del plan revolucionario y republicano,
tuviera por único origen la prédica de los doctores
de las beneméritas instituciones chuquisaqueñas, que
al retornar a sus respectivos países, después de gra-
duarse, llevaban el germen de las ideas liberales,
izquierdistas como se diría hoy.
La chispa encendida en la ciudad de los Charcas,
el 25 de Mayo de 1809, corrió como reguero de
pólvora: el 16 de Julio, en La Paz, Domingo Muri-
llo sacude el yugo español; y al subir al cadalso dijo
proféticamente: “No se apagará nunca jamás la lla-
ma que dejamos encendida” ; a los pocos días Santa
Cruz hace lo propio; el 10 de Agosto la lejana, pe-
ro influenciada por los doctores de La Plata, Quito,
depone las autoridades hispánicas; el 14 de Septiem-
bre Arze, del Rivero y Guzmán, se sublevan en
Cochabamba, y un año justo después de Chuquisaca,
el 25 de Mayo de 1810, Buenos Aires se levanta en
armas, invocando, como las cinco otras ciudades an-
teriores, su fidalidad al muy amado monarca Don
Fernando VII, pretexto que debió insinuar José
Bernardo de Monteagudo, partícipe de la revolución
platense del año anterior, no siendo imposible que
el gran tribuno, en recuerdo de la fecha histórica,
propusiera que nuestro grito de Mayo estallara tam-
bién el 25 de Mayo.
La influencia que sobre nuestra emancipación ejer-
cieron las ideas liberales de la Academia Carolina
de Chuquisaca, por obra de los doctores, es innega-
ble, cuando se comprueba que la mayoría de las más
destacadas personalidades que intervinieron en nues-
tro grito del 25 de Mayo y en los acontecimientos pos-
teriores, se graduó en la ciudad de los Charcas.
En efecto: tres de los nueve miembros de la Pri-
mera Junta, cuya presidencia ejerció un alto-peruano:
el General Don Cornelio Saavedra, nacido en Poto-
sí, eran doctores chuquisaqueños: Mariano Moreno,
el más genial propulsor de nuestra independencia,
cuyo espíritu se había modelado en la bien nutrida
biblioteca del canónigo Matías Terrazas, su protector
en La Plata; Juan José Castelli, enviado más tarde
al frente del segundo Ejército Auxiliar del Alto-
Perú; y Juan José Paso, cabiendo recordar las pala-
bras del potosino Saavedra, en la sesión del Cabildo
abierto del 22 de Mayo: “No queda duda de que el
pueblo es quien confiere la autoridad o mando”.
Sostenedores de esa junta y propulsores de las ideas
emancipadoras, los hallamos también entre condiscí-
pulos de aquellos tres próceres: el ya nombrado Mon-
teagudo, gran tribuno de la Revolución; Vicente Ló-
pez y Planes, autor del Himno Nacional y cantor en
él de la Libertad y de la Igualdad, palabras pros-
criptas del léxico de la Conquista y que López de-
bió escuchar de labios entusiastas en las sesiones
escandalosas, que dijera el Virrey Cisneros, de la
Academia Carolina; Juan Martín de Pueyrredón,
que más tarde fué Director Supremo de las Pro-
vincias Unidas; Martín Rodríguez, al que el mé-
rito le llevó a Gobernador de Buenos Aires, en rea-
lidad, presidente de la Confederación Argentina; Jo-
sé Valentín Gómez y Francisco Díaz Vélez, eminen-
tes jurisconsultos; Manuel Moreno, hermano de Ma-
riano, primer acreditado diplomático argentino ante
el gobierno británico; Pedro José Agrelo, Manuel
Antonio Castro y González; más de la mitad de los
miembros del glorioso Congreso que en Tucumán
proclamó el 9 de Julio de 1816 la Independencia de
las Provincias Unidas de Sud-América: cuatro de
sus presidentes, pues las autoridades se renovaban
mensualmente: Pedro Medrano, Teodoro Sánchez
de Bustamante, Antonio Sáenz y Mariano Boedo;
seis de sus vice- presidentes: Pedro Ignacio Rivera,
José Agustín Gazcón, alto-peruano nacido en Oru-
ro, Jerónimo Salguero y Cabrera, Mariano Boedo,
José Severo Malabia y Andrés Pacheco de Meló;
sus dos secretarios permanentes: José María Serra-
no y Juan José Paso; y los diputados José Ignacio
Gorriti, Tomás Manuel de Anchorena, José de Da-
rragueira y José Eusebio Colombres.
La gloriosa ciudad de Chuquisaca, cuna, como
hemos visto, de la emancipación hispano-americana,
envió tres diputados al Congreso de Tucumán: José
María Serrano, Mariano Sánchez de Loria y José
Severo Malabia; participando también de la Asam-
blea dos otros alto-peruanos: José Andrés Pacheco
de Meló, diputado por Chichas y Pedro Ignacio Ri-
vera, por Mizque; de suerte que de los países dis-
gregados del Virreinato del Río de la Plata, sólo el
Alto-Perú o Bolivia, tuvo representación en Tucu-
mán, pues ni Uruguay ni Paraguay participaron de
las deliberaciones que vinieron a culminar con la
proclamación de la Independencia sud- americana. El
Uruguay, debido a las guerras civiles que ya le mi-
naban; Paraguay, porque al decir del historiador
doctor Angel Acuña:
“Negó toda cooperación a la lucha por la indepen-
dencia ; se encerró en un aislamiento hosco y regresi-
vo, apenas interrumpido por contactos de agresión.
Dominado por un egoísmo estrecho, contempló indi-
ferente la sangrienta contienda que desgarraba a sus
hermanas de América”.
“Jamás llevó la palabra de estímulo, jamás una pa-
labra de aliento. Aprovechó el sacrificio de los otros,
del triunfo que consagró la independencia de los paí-
ses libertados del poder de España, pero miró con
(Sigue en la pág . 32)
NOTAS Y COMENTARIOS
UN HECHO AUSPICIOSO.
Recibimiento de la delegación boli-
viana en Tucumán
EL recibimiento den
la delegación boli-
viana a la conferen-
cia de la paz, que se
realiza en Buenos
Aires, y que encabe-
za el eminente esta-
dista y Ministro de Relaciones Exterio-
res de Bolivia, doctor Don Tomás Ma-
nuel Elio, ha sido caluroso por parte de
las autoridades y el pueblo de Tucumán.
El hecho merece un comentario. El
Gobernador de la Provincia, ungido a ese
elevado cargo por un partido netamente
popular que ninguna afinidad tiene con
los capitalistas radicados en el Chaco, ha
exteriorizado el sentimiento del verdade-
ro pueblo argentino hacia el pueblo bo-
liviano, su hermano dilecto por el pasa-
do y por el presente; el sentimiento del
pueblo argentino, del que no responde
a los bastardos intereses de los industria-
les que, voluntariamente, se han expa-
triado y han preferido, en contra de los
más elementales deberes del patriotismo,
contribuir a la prosperidad de un país
extranjero a trabajar por la grandeza
material de su patria; del pueblo que
venera y conoce la Historia Argentina
— no en vano los tucumanos saben que
en la Casa Histórica, durante el glo-
rioso Congreso de 1816, actuaron con
singular brillo cinco representantes del
Alto Perú— ; que presiente con clara
intuición dónde están los intereses de
la patria, que nada de común tienen con
los de los capitalistas que, al emigrar,
se desnacionalizaron y desertaron la
economía nacional; que sabe que Boli-
via es el país más íntimamente ligado
a la Argentina por lazos históricos y
espirituales y que no se deja embaucar
por la propaganda paraguaya que, con
tanto descaro, está comprometiendo
nuestra neutralidad en el actual conflic-
to del Chaco, al dar a creer, con su
bullanguera insolencia, que, como lo es-
cribe el doctor Juan Steffanich, con
una candidez enternecedora, Argentina
y Paraguay son los dos astros de Sud
América.
El recibimiento entusiasta y frater-
nal del que fué objeto en Tucumán,
por parte del pueblo y de sus genui-
nos representantes, la Delegación Boli-
viana, es un hecho auspicioso que vale
mucho más que los cacareos paraguayó-
filos de escribas venales. Es la reac-
ción del verdadero pueblo argentino y
la reanudación, tras breve eclipse, de
la tradicional confraternidad bolivia-
no-argentina.
Tucumán, una vez más, por obra de
su pueblo y de sus hombres dirigentes,
ha dado el grito de independencia de
juicio que, en letra de molde, había des-
aparecido por obra de la propaganda
de un país extranjero.
LA GUERRA EXALTA EL
VIGOR DE LOS ARTISTAS
BOLIVIANOS
Las reproducciones que ofrecemos hoy
de dos obras del eminente pintor bolivia-
no Cecilio Guzmán de Rojas, actualmen-
te nuestro huésped, uno de los valores
más positivos de la pintura hispano-ame-
ricana, así como los que ofreceremos de
otros autores, en ediciones sucesivas, pro-
barán que Bolivia sigue siendo el país
del arte de la tradición varias veces mile-
naria; pero más aún lo prueba la activi-
dad pictórica que se sigue desarrollando
actualmente con intensidad en el país her-
mano, no obstante las angustias de la gue-
rra, o, quizá debido a ella, pues en esos
momentos de dolor nacional y de exalta-
ción de las virtudes raciales y cívicas,
es cuando el artista cumple más noble y
fecundamente con su elevada misión es-
piritual y de cohesión nacional.
En efecto: ¿no fué, acaso, hace unos
veinte siglos que, durante los más de
tres lustros de duración de la guerra del
Peloponeso, que casi llevó a Atenas al
completo aniquilamiento, que Sófocles
produjo cada dos años y hasta su muer-
te, una trilogía, entre ellas “Edipo Fey”
y un drama satírico; que Eurípides, des-
cartadas “Alcestes” y “Medea”, escri-
bió toda su obra trágica y que Aristó-
fanes realizó los dos tercios de su labor
satírica?
La Grecia de la tradición espiritual
de nuestra América, hemos nombrado
a Bolivia, no podía ser menos…
Así hace meses, en el campo atrin-
cherado de Villa Montes, bajo la ame-
naza de los asaltos y de los aeropla-
nos paraguayos, se realizó una exposi-
ción colectiva de arte con obras de pin-
tores y dibujantes, que, émulos de Ar-
turo Reque Meruvia, que nos visitó
hace dos años y cuyos cuadros de la
guerra del Chaco han merecido el en-
tusiasta elogio de la crítica española y
londinense, trocaron el fusil o la ame-
tralladora por el pincel o el lápiz, para
fijar un paisaje chaqueño, una doloro-
sa escena de la contienda, una silueta o
una caricatura: [así en] estos últimos me-
ses, se han realizado en La Paz sendas
exposiciones individuales de los artis-
tas bolivianos: Genaro Ibáñez, Crespo
Gastellú, Gil Coimbra y Raúl Prada.
Genaro Ibáñez, artista potosino, cono-
cido en Buenos Aires, de regreso de Es-
paña donde la crítica elogió su bellas
dotes de aguafuertista y dibujante, ex-
puso una serie de obras de motivos del
terruño: los maravillosos paisajes de
Tithuanacu, en los que se alzan los ves-
tigios de la civilización madre de nues-
tra América; los [templos] las casonas y
las callejuelas evocadoras de “Potosí,
Cochabamba y La Paz”, cuyo heroísmo
exalta el Himno Nacional Argentino…
Divid Crespo Gastellú, paceño, que
tanto recuerda con su ingenuo primiti-
vismo a nuestro Gramajo Gutiérrez, ex-
puso cuadros y dibujos de ambiente po-
pular : fiestas religiosas y cívicas de al-
deas, recuas de llamas que se perfilan
en el Altiplano y en los valles andinos,
(Sigue en la pág. 18)
16 INDOAMERICA
Principios de derecho americano en la Guerra del Chaco
LIBERADOS los pueblos de Hispano
América de la autoridad peninsu-
lar organizaron sus nacionalida-
des tomando como fuente de dere-
cho territorial, el uti possidetis ju-
ris de 1810, o sea, la posesión ju-
rídica de cada circunscripción poli-
tica administrativa en esa fecha.
Ninguna modificación posterior,
que no se fundara en convenios recíprocos podría
fundar derecho alguno posesorio, no reconociéndo-
se res nullius sobre territorios incorporados a la ju-
risdicción administrativa o de otro orden de las
nuevas nacionalidades. Ninguna ocupación, lógica-
mente, podría prevalecer como fuente de derecho,
desde el momento que se consideraba que las tie-
rras incorporadas dentro del patrimonio nacional
ploradas y gran parte, despobladas.
Con el Chaco Boreal, motivo y origen de la con-
tienda boliviano-paraguaya ocurre eso. Bolivia, here-
dera inmediata e incontestable de la Audiencia de
Charcas que tenía jurisdicción territorial, adminis-
trativa, política, jurídica y militar sobre los pueblos
que hoy constituyen la nación boliviana, poseía el
Chaco, aunque por razones de distancia, falta de po-
blación y otros factores internos no llegara a ejer-
cer una efectiva labor colonizadora. Este hecho ma-
terial de abandono obligado por las circunstancias,
en que se tenía el Chaco, como hoy mismo muchas
y riquísimas zonas del territorio boliviano, y la pro-
ximidad de encontrarse al alcance de la codicia del
núcleo más poblado, como era el Paraguay, que vi-
vía secularmente sólo hacia el lado oriental del río
Paraguay, suscitó la presencia paulatina de este pue-
blo y la ocupación efectiva de las tierras occidenta-
les del río. Este hecho, en ningún momento ni en
forma alguna ha podido invalidar por sí mismo el
derecho posesorio de Bolivia sobre el Chaco, ampa-
rado en el cedulario real de la corona española, fuen-
te del derecho americano.* * *
Como lejana resonancia y consagración del sentido jurí-
dico del principio del uti-possidetis juris de 1810 que se reco-
noce como base de todo derecho posesorio internacional en
este continente, apareció en 1932, a raíz de la contienda del
Chaco, la que se conoce como Declaración de 3 de Agosto de
ese año.
Noble doctrina, de inspiración puramente americana con-
solida el espíritu y la devoción por las soluciones jurídicas
de las contiendas territoriales o de otro orden que surgieran
entre estas naciones. La conquista territorial, — dice— , no
da derecho alguno de posesión, y se considerará ilegítima la
ocupación de hecho que no esté amparada en un título jurí-
dico. Tácitamente la guerra, como factor resolutivo de con-
tiendas internacionales en América, era repudiada, y apelar
a ella se consideraría como caso de extra-legalidad interna-
cional en que se colocaban las naciones que la provocaban
o las que rechazaban el avenimiento pacífico. La guerra no
produciría más hechos políticos que sustituyan un derecho
legítimo por otro a título de victoria de un contendor sobre
el otro. Esta evolución del pensamiento internacional, del
concepto mismo de la guerra, arranca indudablemente en la
verificación cruel de que las guerras modernas por la comple-
jidad de su acción destructora, abaten por igual a los com-
batientes, y acaso si en la guerra futura serán los no-comba-
tientes aquellos sobre quienes pese con más dureza, el sacri-
ficio estéril de la lucha armada. Entonces, era pues, preciso,
desacreditar la guerra como hecho generador de títulos pose-
sorios ; la ocupación y la conquista militar equiparados en su
efecto anti-jurídico serían repudiadas y desconocidas por las
naciones americanas.
Bolivia adhirió a la Declaración de 3 de Agosto de 1932,
y ahora mismo, en plenas negociaciones de paz, presta su
adhesión al principio acreditado por la suscripción de dieci-
nueve naciones americanas.
Bolivia adhirió a la Declaración de 3 de Agosto
de 1932, y ahora mismo, en plenas negociaciones de
paz, presta su adhesión al principio acreditado por
la suscripción de diecinueve naciones americanas.* * *
Si la Declaración de 3 de Agosto de 1932, niega
todo valor al hecho material de la guerra y a sus
consecuencias, el principio del Arbitraje abre el ca-
mino de las soluciones definitivas dentro del cual
solo puede y debe prevalecer el mejor derecho de los
contendientes. El arbitraje, institución jurídica in-
corporada al derecho internacional público como la
solución mejor de los conflictos, ha merecido en
América una realización aleccionadora. La Repú-
blica Argentina constituida por tradición y convic-
ción en paladín y sostenedora del principio arbitral
ha ofrecido su hospitalidad generosa para que en su
casa y presidida por una larga tradición jurídica
lleguen los beligerantes en el Chaco Boreal a defi-
nir su derecho y consolidarlo después sobre bases
legítimas; únicas que pueden subsistir eternamente
alejando del futuro próximo o lejano la semilla de
discordias, y la raíz misma del conflicto. No es po-
sible concebir que las cosas queden como antes de
la guerra, con la circunstancia de que nuevos ele-
mentos de perturbación harían más grave y más in-
minente la posibilidad de una nueva guerra si no
se da plena satisfacción al derecho, a la verdad y a
la justicia.
Bolivia, funda, pues, sus reivindicaciones, en el
derecho mismo y en la justicia. Su mejor arma son
las doctrinas americanas anteriormente mencionadas
y su seguridad en el éxito de la causa por la que con
tanto heroísmo y brillo han luchado sus hijos en
los campos dantescos del Chaco Boreal, es cada vez
mayor por que la justicia, el derecho y la verdad,
se abren campo a través de las tinieblas más densas.
J. RODAS EGUINO,
Primer Secretario de la Legación de Bolivia.
INDOAMERICA 17
EL MARAVILLOSO PAISAJE DE BOLIVIA
En la presente nota pueden observarse
diversos aspectos del artístico panora-
ma de Bolivia: Un cactus gigante, plan-
taciones de café en plena serranía, un
tramo del ferrocarril de Atocha a Vi-
llazón y otros paisajes notables por su
belleza
18 INDOAMERICA
NOTAS Y COMENTARIOS
(Viene de la pág. 15)
arrieros, coyas y cholas, con la policro-
mía de sus vestimentas, que con tan vis-
tosa personalidad evoca.
Gil Coimbra, en treinta y tres obras,
ofrece sus interpretaciones del campo
de batalla chaqueño: escenas de la gue-
rra y también, de acuerdo con el alma
secular boliviana siempre atenta a la
belleza, aun en los momentos de an-
gustia, visiones de la naturaleza del Cha-
co, y un “Alma de la cueca” que es
una estilización magistral de ese baile
del pueblo, que se interpreta bajo la
metralla y entre uno y otro asalto.
Por fin Raúl Prada, cochabambino,
en el Círculo Militar, expuso una serie
de cuadros, no ya de la guerra como
paracería imponerlo el ambiente que le
brindó hospitalidad, sino de la natura-
leza americana, que siente como po-
cos, particularizándose en los árboles
chaqueños y yungueños, de esa vegeta-
ción atormentada o exhuberante, tan ge-
nuinamente continental.
Los demás artistas bolivianos: Cecilio
Guzmán de Rojas, Jorge de la Reza,
Víctor Pavón, Ramón Katari, Alfredo
Araujo Quesada, Alejandro Mario Illa-
nes, Fausto Asis, Ricardo Bohorquez,
Teófilo Loaiza, Rene Meriles y otros,
siguen consagrándose a la exaltación de
la belleza nativa y de la vida bolivia-
na, por medio de un arte vigoroso, ca-
racterístico, original, subjetivamente
americano, ante el cual las enternece-
doramente ingenuas [oleografias] de sus
colegas paraguayos, expuestas dos años
ha en Buenos Aires y que los críticos
argentinos no comentaron para no des-
truirlas cruelmente, resulta de la misma
superioridad que podría señalarse entre
la obra de un gran pintor y la ñoña
elucubración de una niña cursi de Ca-
lamuchita…
EL BUEN H U M O R DEL
Dr. JUAN STEFANICH
a) Los herederos de la gran cultura
humana occidental.
El patriotismo es un sentimiento no-
ble y generoso digno de todo respeto
y la defensa de la patria, en tiempo de
guerra, es deber sagrado de todo ciu-
dadano. Pero ese sentimiento no debe
llevar a quienes lo exteriorizan con la
pluma a esgrimir la mentira y a ofen-
der a otros países que nada tienen que
ver en la contienda.
En la “Revista Paraguaya”, que se
edita en nuestra Capital, escribe con
asombrosa inconsciencia al doctor Juan
Stefanich: “Honor y decoro de Amé-
rica, herederos dignos la gran cultura
humana occidental (sic), estos dos paí-
ses son el Paraguay y la República Ar-
gentina . . . ”
Ya sabíamos que los guaraníes consi-
deran que su patria es un faro en Sud-
América, lo que si puede resultar ridi-
culo frente a la verdad histórica y a
las realidades continental y paraguaya,
es tolerable cuando de ese concepto del
propio valer no se hace cómplice a otros
pueblos, como en el caso que nos ocu-
pa, en el que la Argentina se ve acolla-
rada al Paraguay, sin culpa alguna, co-
mo corresponde de la cultura de Occi-
dente en nuestra América.
El pueblo paraguayo es sufrido y he-
roico, nadie lo niega; tiene, sobre todo
en las mujeres, que son admirables de
abnegación, grandes aptitudes para el
trabajo material, todos lo reconocen;
pero de ahi a elevarlo a la misma ca-
tegoría espiritual y mental, si damos
a estos vocablos su verdadero signifi-
cado, que el pueblo argentino, media
una distancia que únicamente le cegue-
ra de un patriotero puede franquear
sin rubor.
No dudamos, desde luego, que el doc-
tor Stefanich se imaginó honrarnos al
compararnos a los paraguayos, pero
ese honor que mucho tememos que
no sea apreciado por el argentino pa-
triota que tenga consciencia de la la-
bor cultural realizada por la Nación
Argentina en sus años de vida inde-
pendiente.
Los caminos por los cuales, desde
1810, han andado Paraguay y la Argen-
tina, son tan distintos y tan antagóni-
cos que, francamente, no vemos de
dónde pudo surgir esa paridad entre
ambos pueblos, señalada sin concretar-
la et pour cause, por el doctor Ste-
fanich.
En efecto, durante la epopeya eman-
cipadora que dió nacimiento a quince
nuevas nacionalidades, el Paraguay, sin
duda preocupado por la custodia (?) de
la gran cultura humana continental, no
dió señales de vida, no contribuyó ofi-
cialmete ni con un fusil ni con un sol-
dado que llevara el uniforme de su
ejército a la independencia de nuestra
América... Nuestro país, sin embargo,
cuyas tropas libertadoras rechazaron los
paraguayos, expulsó a los españoles de
la Banda Oriental; envió cinco: ejér-
citos auxiliares al Alto Perú, donde con-
taron con la heroica colaboración de los
bolivianos, cual lo prueban, entre mil,
el hecho de que la matrona chuquisa-
queña doña Juana Azurduy de Padilla,
la Heroína de América, fuera nombra-
da coronela del Ejército Argentino y
que el general Belgrano donara a la
ciudad de Tupiza, un escudo en pre-
mio al heroísmo de los granaderos chi-
chenses; hizo transpasar los Andes por
otro ejército que libertó a Chile y al
Perú, colaboró en la independencia de
Colombia en Río Bamba y Pichincha y
selló definitivamente con las tropas de
Bolívar y de Sucre la libertad de Amé-
rica en Junín y Ayacucho…
Quiero hacer constar desde esta tri-
buna, escribe el publicista paraguayo,
que hay en el mundo dos países leal-
mente pacifistas y profundamente res-
petuosos de las normas jurídicas, que
nunca (?) arrojaron una brizna de
hierba para encender la hoguera de la
guerra y que no creyeron jamás en la
posibilidad de una lucha armada entre
pueblos americanos...” Ya se imagi-
nará el lector que esos dos países son
los hermanos siameses del doctor Juan
Stefanich : ¡Argentina-Paraguay!
Echemos una somera mirada sobre
las efemérides pacifistas (¡) del Pa-
raguay;
1825: Tropas paraguayas ocupan Misiones,
Candelaria, Salto y tranquera de Lo-
reto.
1832: Ocupación paraguaya del Aguapey y
del Uruguay, continuas incursiones gua-
raníes a territorio argentino, que se
repiten con intermitencia hasta la
muerte de Gaspar Rodríguez de Fran-
cia en 1840.
1849: Invasión paraguaya de la isla de Apipé,
San Miguel, Loreto hasta acerca de
Santo Tomé; luego retira al mando
del joven general Francisco Solano
López, “arrebatando todo lo que en -
contró a su paso: hombres, mujeres ,
haciendas, bienes transportables, etc .”.
1851: Concentración de tropas paraguayas en
tierra argentina : Loreto y San Miguel.
1865: Bombardeo de Corrientes sin previa
declaración de guerra y degüello gene-
ral de la tripulación de la nave de
guerras surtas en ese puerto; “25 de
Mayo ” y “ Gualeguay ” . . . Este noble
acto del pacifismo guaraní engendró
la guerra de la Triple Alianza de
ese acto de barbarie y lesa humanidad
se solidarizó, en magnífica epopeya, el
pueblo paraguayo todo y se sigue so -
lidarizando hoy, puesto que un regi -
miento paraguayo actualmente lu -
cha en el Chaco se llama Mariscal
Lopez .
1879: Tratado Quijarro - Decoud, ratificado
por el parlamento boliviano encar -
petado por el paraguayo venta, por
parte del gobierno de Asunción, de las
tierras en litigio .
(Sigue en la pág. 30)
INDOAMERICA 19
POETA/ BOLIVIANO
LAS CHARCAS
EL golpe centelleante del castellano acero
extinguió en la cruz blanca su resplandor mortal,
y como nido de águilas alzó el aventurero
la ciudad del reposo, hidalga y conventual.
La vió desde las cumbres el indio torvo y fiero,
vió su altar y su toga, su espada y su puñal,
y acaso entre las sombras, el fulgurar postrero
del astro que alumbraba la fortuna imperial.
No dió la raza mártir su cuello a la cuchilla;
mil veces escucharon las huestes de Castilla
el silbar de sus flechas y el rugir de su voz,
y turbaron sus sueños en las noches de plata
el semblante de bronce, la diadema escarlata,
la mirada terrible y el ademán feroz.
Ricardo Jaimes Freyre.
AURORA
Tras la indecisa luz anunciadora
del alba que claudica dulcemente,
con áurea majestad muestra el oriente
una imperial decoración de aurora.
Con reflejos de lumbre cegadora,
sobre las cumbres del esplendor creciente,
el Inti surge, majestuosamente
sobre el silencio emocional de la hora.
Un gallo fanfarrón canta escondido,
se oculta una vizcacha, y un ladrido
rebota en ecos tras el son de un báculo.
Y solo libre, huido al cautiverio,
el cóndor, ante el mágico espectáculo,
pasa como el recuerdo de un imperio.
Humberto Viscarra M.
20 INDOAMERICA
En torno a una conferencia del
general don Alfonso Baldrich
(Viene de la pág. 8)
por el gobierno de Asunción, fundó las
ciudades de Santa Fe y de Buenos Ai-
res; siempre que nosotros, recordando
que Ayolas, conquistador del Paraguay,
lugarteniente de Pedro de Mendoza,
que colocó los cimientos de la primera
Buenos Aires, no formuláramos la as-
piración de hacer del Paraguay una
provincia argentina…
Los mismos escasos ultra-nacionalis-
tas chilenos, por el hecho de que nues-
tros territorios patagónicos están casi
en manos de chilenos: armadores, co-
merciantes, estancieros y peonadas, ba-
sados en la teoría paraguaya, pretenden
que toda la Patagonia pase a dominios
de Chile. En cuanto a nuestra secular
protesta por la ocupación británica de
las Malvinas, resultaría una goyería si
verdaderamente la conquista y coloni-
zación de tierras ajenas diera derechos
de posesión.
Por fin, la similitud racial y de idio-
mas, podrían ser invocadas: la primera
para justificar aspiraciones trasandinas
sobre el Neuquén; paraguayas sobre Co-
rrientes, Misiones, Este del Chaco y
de Formosa y los estados brasileños de
Matto Grosso, Paraná, Minas Geraes,
parte de San Pablo y otros, donde se
habla guaraní y esta raza está en ma-
yoría; y bolivianas sobre Santiago del
Estero, donde el quéchua es el idioma
popular, sobre Jujuy, la más boliviani-
zada de nuestras provincias, y sobre to-
da la zona calchaquí, antigua posesión
incaica, de cuyo vasto imperio Bolivia,
es, con Perú, la directa heredera.
La insensatez de semejantes aspiracio-
nes, supuestas las más, reales las me-
nos, prueba, ante un criterio imparcial,
que igual adjetivo merecen las que sus-
tenta el Paraguay sobre el Chaco Bo-
real y, por influencia del despertar im-
perialista de los paraguayos, señalado
éste por los historiadores desde la ini-
ciación de la vida independiente de la
provincia de la Guayra, sobre Santa
Cruz de la Sierra; y que de imponerse,
originaría en el futuro — seamos previ-
sores— discordias, guerras, atropellos,
inquietudes y ruinas, alejadas para
siempre por la adopción del uti possi-
detis juris de 1810, base de la paz, la
concordia, la justicia y la confraterni-
dad hispano-americanas.
Ahora bien: el uti possidetis juris de
1810 es favorable a Bolivia, no por in-
fluencia desmoralizadora de la Standard
Oil, sino por mandato mor alisador del
Derecho Internacional Hispano-Ameri-
cano que, desechando por espúrea toda
aspiración territorial basada en la ex-
ploración o descubrimiento (caso del
Chaco por parte del Paraguay), coloni-
zación, desarrollada al margen del de-
recho y de la posesión jurídica (casos
de las Malvinas y del Chaco) y la si-
militud racial, asienta que las fronte-
ras entre los pueblos hermanos del con-
tinente, deben ser las mismas que exis-
tían en la subdivisión territorial colo-
nial en 1810, fecha de la iniciación de
la emancipación hispano-americana.
Paraguay frente a Sud América.
En su conferencia, el General don
Alfonso Baldrich, a fuer de militar,
hace gala de gran erudición histórica,
tributa al ejército paraguayo los más
hiperbólicos elogios y lo compara con
las falanges más heroicas registradas
por los anales de la guerra... Esa eru-
dición, por desgracia, no parece abarcar
la historia de nuestra América y las re-
laciones internacionales entre Paraguay
y nuestro país; de lo contrario, le ha-
cemos el honor de creerlo así, su entu-
siasmo paraguayófilo sería menos vehe-
mente, pues sabría que el Paraguay
odió a la Argentina desde el día de
su independencia; sus grandes caudillos
Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos
Antonio López, que se sostuvieron en
el poder porque reflejaban el sentir y
el pensar de su raza (no hay en la his-
toria caso de un dictador o tirano que
no sea fruto del medio étnico), según
el historiador Dr. Angel Acuña, odia-
ban a la Argentina y cultivaban con
amor la amistad del Brasil; que Fran-
cisco Solano López no era tampoco ar-
gentinófilo y que sus sucesores, excep-
to el General Benigno Ferreyra, derro-
cado por ser argentinista, fueron ene-
migos solapados de nuestro país, al pun-
to que, como ya queda dicho, en tiem-
pos del conflicto de fronteras argenti-
no-chileno, en el Paraguay sólo se ha-
blaba de la hermandad secular de las
repúblicas araucana y guaraní.
Si, abandonando por unos momentos
el problema del petróleo, el general Bal-
drich meditara un poco sobre historia
Hispano-Americana, llegaría a la con-
clusión de que el Paraguay no puede
ser nunca nuestro amigo.
En efecto: el pueblo paraguayo es ad-
mirablemente patriota y posee un amor
propio nacional difícilmente superable;
es, con Chile, el único pueblo imperia-
lista del continente, y no se conformó
jamás con la situación de país débil,
pobre y económicamente supeditado a la
Argentina, a la que le condenaron sus re-
veses militares en la guerra de la Tri-
ple Alianza.
Como se comprenderá — y ello re-
dunda en honor de ese pueblo desgra-
ciado y orgulloso— los paraguayos con-
sideran un baldón su sometimiento eco-
nómico a la Argentina. Con la clara
intuición inherente a los pueblos fuer-
tes, nuestro vecino del Noreste com-
prende que su país resulta un contra-
sentido, no tiene razón de ser como na-
cionalidad independiente ni puede aspi-
rar a prosperidad económica alguna si
se desliga de la Argentina, a cuya cos-
ta se ve condenado a vivir, como sim-
ple parásito... Ese estado de inferio-
ridad, único en nuestra América, pro-
voca en los paraguayos un noble y jus-
to sentimiento de rebeldía, latente y
oculto, que únicamente espera el mo-
mento propicio para estallar en contra
nuestra y conquistar así la libertad eco-
nómica que asegure el porvenir de la
nación.
Esa prosperidad y esa liberación eco-
nómica no las logrará nunca el pueblo
paraguayo a expensas de Bolivia, aún
en el supuesto de que sus exóticas y
reideras aspiraciones imperialistas le lle-
varan a adueñarse del Chaco Boreal y
de Santa Cruz de la Sierra, pues esas
próvidas regiones no lo arrancarían de
la triste condición de país mediterrá-
neo, sin puertos de aguas hondas, tropi-
cal y sub-tropical, cuya producción es-
tá desvalorizada por la sencilla razón
de que entre ambos trópicos se extien-
den las más ricas regiones productoras
del mundo, que están además en manos
de la mayoría de los países europeos,
los únicos que pueden ofrecerles merca-
dos ... La ruina de la producción go-
mera de Brasil, a raíz de las plantacio-
nes hechas en colonias británicas y ho-
landesas, prueba, sin lugar a dudas, cuán
efímera es la riqueza de los países tro-
picales independientes. Por las mismas
razones Paraguay no conquistará jamás
prosperidad y liberación, a expensas de
Brasil, país de pleno trópico... En
cambio esa liberación y prosperidad, se
las brindaría nuestro país si los para-
guayos pudieran realizar sus viejas as-
piraciones sobre nuestra Mesopotamia.
que la dotarla de puertos de aguas hon-
das y diversidad de productos.
Claro está, la conquista de Corrien-
tes y Entre Ríos es un imposible para
los paraguayos, o, mejor dicho, solo se-
ría posible si el Paraguay se aliara a
un enemigo nuestro victorioso, y consi-
guiera, merced a la ayuda militar pres-
tada en conta la Argentina, adueñarse
de la Mesopotamia... Por ello el Para-
guay era brasileñista durante el con-
flicto de Misiones e hizo arrumacos a
(Sigue en Iar pág . 26
INDOAMERICA 21
EL LAGO
SAGRADO
DE
LOS
INCAS
ESTAMOS en Chua. La vieja residencia
patriarcal domina, desde la falda de
una lomada, la gran masa de aguas
que suavemente llegan a sus pies. Es
de noche y parece que la luna y to-
das las estrellas del cielo hubiesen ba-
jado al lago, donde rielan o cabrillean,
más temblorosas, más brillantes — si cabe— que en
el firmamento tropical.
La claridad lunar lo ilumina todo y el lago es
blanco, móvil, reluciente, como si todo el estaño de
Bolivia se hubiese licuado allí para evidenciar el
enorme acervo de belleza que encierra también esta
tierra prodigiosa. Las colinas distantes se esfuman
en la noche y sólo la radiosa cordillera nevada se
yergue, nítida y clara, como una fila de inmóviles
y blancos espectros.
La colina de Chua baja al Lago en una suave
pendiente, con árboles y gramíneas. Por entre el
follaje lustroso de las “kisuaras”, que semejan oli-
vos silvestres en las áridas lomadas, se abre un
claro en la playa ripiosa. Se me ocurre pedir al pro-
pietario que los indios bajen al césped a tocar sus
quenas y sicos primitivos. Se organiza inmediata-
mente una orquesta, que vuelca sus notas dolientes
en el Lago de los misterios incásicos.
Los indios con sus gorros peculiares, sus pon-
chos y sus arreos centenarios forman la ronda que
surge a la luz o se pierde, por intervalos, en la
sombra del follaje. Los “sicos” son zampoñas, y la
quena es la flauta de Pan. En el fondo de aquella
umbría ¿no chispearían los ojos del dios, como, lo
veía Darío, cuando el cisne de nieve violaba en las
lindas a Leda, “buscando su pico los labios en
flor” ? …
La música de la ronda es suave, es ingenua, es
simple, es doliente, y como un alma vagabunda, co-
mo un espectro de Lohengrin, atrae de las sombras
un junco silencioso, que viene de las lejanías del
Lago. Es la piragua de los Incas, es la balsa pri-
mitiva, hecha toda de “totora”, desde los rústicos
flotadores hasta la estera, que simula el velamen
latino. La barca viene, como un pájaro lacustre
atraído por la sinfonía maravillosa que allí cantan
la noche, la diosa astral, el Lago, las quenas geme-
bundas, los sicos silbantes, en aquel paraje de en-
sueño, donde el planeta de los crepúsculos deslíe su
enorme lágrima brillantísima.
Ante la inmensidad del espectáculo, ante la gran-
diosa excelsitud del paisaje, ante la música turba-
dora, ante el misterio evocador de ese Lago, a la
vez inquieto y sereno, que guarda — como el mar
de la historia de los hombres— el secreto casi im-
penetrable de una civilización propiamente ameri-
cana, llena de grandes y truncos monumentos, el
pecho se oprime y una pesadumbre inmensa achata
el espíritu.
Y los sicos y las quenas siguen vibrando en la
noche con notas supremamente tristes, con lamen-
tos que parecen venir de los senos profundos de
esas aguas sagradas, como si aún fueran los ecos
supervvientes de la tragedia colosal, del colosal Ta-
22 INDOAMERICA
huantinsuyu. Y ante este extraño sollozo de los hom-
bres y de la noche, parece que del cielo caen, como
en llanto, las lágrimas estelares que riegan la epi-
dermis rugosa del Lago.
Indico al intérprete preguntar a los indios el nom-
bre de la rara música que tocan, y responden en
el sonoro aymará:
— “Kamachitus a ka chugma”.
Que traducido dice: ¿qué tiene este corazón? Y
realmente, en ese escenario soberbio, tan lleno de
sugestiones, uno se pregunta, preso de infinita, con-
goja:
— ¿Qué tiene este corazón?. . .
Habíamos resuelto llegar a media noche a Copa-
cabana, el santuario boliviano de las grandes atrac-
ciones piadosas que se alza sobre los templos y los
monumentos gentiles de los Incas. La poderosa lan-
cha automóvil ha embarcado ya nuestras camas y
nuestras vituallas, y enfilamos desde Chua, el es-
trecho de Tiquina, conmoviendo las aguas silencio-
sas con el jadeo del motor.
De rato en rato unas curiosas aves zambullido-
ras se alejan medrosas de la lancha; y, más que na-
dar, más que volar rozando la superficie, parece que
corren sobre el espejo esmaltado por la luna, de-
jando una raya larga y honda de plata hirviente
en la tersura de las aguas. Es el único rastro de
vida, durante la noche, en aquel alto y lustroso mar
montañés.
Como el dorso de un largo cetáceo, allá Jejos apa-
rece la isla de la Luna, de la Pajsi-mama, la isla de
las ñustás, las vírgenes del Inca. Más lejos emerge,
grande, imponente, la isla del Sol, donde la ima-
ginación me hace ver el áureo templo, la casa del
Inca, los planchones brillantes, que enchapaban los
peñascos, donde la luz del dios se quebraba en cen-
tellas bermejas, para imponer la soberanía de su
imperio a las ignaras muchedumbres.
Nuestra lancha navega pronto por medio de las
islas, y las olas del Lago, en esa zona agitado, sa-
cuden con violencia la embarcación, que profana
con sus rezongos el silencio augusto de aquellas tum-
bas de la regia grandeza pretérita.
Y mientras las brisas gimen en las jarcias de
nuestra embarcación, que deplesgará su velamen en
cuanto el viento se torne favorable y traen el suave
perfume de las plantas aromáticas que pueblan la
isla de las Vírgenes, yo evoco, frente a ese suelo
sagrado — que según la vieja leyenda aborigen, fué
la primera tierra besada por el sol, en la mañana
del mundo y donde el dios rutilante engendrara la
raza incaica— evoco, decía, la silueta de un Inca,
de Guaina Capac, recio y adusto, y me parece ver-
lo, después del noveno día de la fiesta solar de
Raymi, en una noche como ésta, surgir misterio-
samente del gran islote, con su flotilla de balsas,
rumbo a la otra isla, donde los esperan las ñustas
estremecidas de amor.
Ahí está de pie en su junco, alto y musculoso,
con el cabello recortado por su dura navaja de pe-
dernal ; rodea su testa real el llautu multicolor, bri-
llando en la frente la plaqueta de oro y cayendo so-
bre las sienes la simbólica borla escarlata. Cubre
su cuerpo el uncu oscuro y flexible, la rara camise-
ta que le llega hasta las rodillas, tejida primorosa-
mente por las manos de las más bellas guayrurus.
De sus hombros cuelga la yacolla abrigada, que agi-
ta como un manto imperial las gélidas brisas del
Lago. Bajo el brazo derecho pende la chuspa llena
de coca, sostenida por un tahalí de lana de vicuña,
y se apoya en el sumptur paucar, el cetro del Inca-
rio, rematado por el áureo hachón, el champí relu-
ciente.
Sus ojos brillan como ascuas, escrutando la casa
de las Vírgenes donde él, con sus propias manos,
colocara el gran ídolo de oro, enfrentado hacia el
nacimiento del sol. Ha apurado ya todos los vasos
relucientes, brindados por sus curacas y capitane-
jos y viene ahora en busca de odres rojos como la
kantuta, la flor sograda del Imperio, que bien pu-
diera ser un emblema de América, odres rojos y
húmedos en que saciará sus vendimias de amor.
Seguramente está musitando la vieja cantinela
de sus abuelos, el verso corto y sonoro de la inge-
nua poesía de su raza:
Caylla yapi
Puñunqui
Chaupituta
Samufac.
“Al cántico dormirás, media noche yo vendré". . .
En su torno navegan algunos de los capitanes
de sus mesnadas. Ahí están los fieros guerreros de
Mayu y Cancu; ahí los de Poques: ahí los de Mui-
na y otros. Se reconocen en las “orejeras” que los
distingue por merced real; aquellos tienen en el ló
bulo agujereado un palillo grueso; los otros una ve-
dija de lana blanca; estos últimos una rodaja de
médula de chuchau. Son los guerreros predilectos
del Inca, los que más se han distinguido en la últi-
ma campaña, y como un alto y envidiado galardón
de príncipes, como la más estimada y ambicionada
distinción, como una roja condecoración de guerra,
recibirán su premio, en esta noche de amor, bajo el
rutilante parpadeo de Venus. . .
Guaina Capac ha madurado ya sus nuevas con-
quistas de tierras lejanas y va a la Isla de la Luna
en busca de la Escogida, que lo acompañará en la
cruzada, después de haber hecho, en la fiesta de
Raymi, los sacrificios del ritual, él tan hosco y su-
persticioso.
La Mama-cuna, que guarda el convento de la Is-
la, está ya apercibida para la regia llegada y ha
dado la voz a las ñustas, que esperan ansiosas a la
imperial comitiva, haciendo sus ofrendas a todos los
dioses siderales, dando los últimos toques a sus
rostros con el rojo colorante del ñuñu-inayu y mi-
rando de soslayo el observatorio real colorado, co-
mo aún puede verse, en el centro del muro principal
INDOAMERICA 23
del gran patio, decorado con las líneas severas del
estilo incaico.
El Iñacuyu, el Palacio que podría llamarse de la
Espera y del Amor se yergue ahí, en el admirable
anfiteatro de la Isla, en una geométrica e ideal hon-
donada, donde se abriga de los vientos, se baña de
sol, lo besa la luna, le envuelven los aromas de las
hierbas más raras del imperio, lo arrullan las fuen-
tes, mientras el oro, la plata y las pedrerías le dan
[relumbres] de maravilla, y guarda el tesoro invio-
lable de aquellas carnes morenas y jóvenes, palpi-
tantes ahora con el ansia de ser presas del águila
voraz que llega…
Mientras el Lago
hincha y
baja sincrónica-
mente su dorso
espumante, c o-
mo si un titán
respirase en sus
entrañas, en la
noche callada re-
suenan los bra-
midos entrecor-
tados de los “ti-
tis”, los pumas,
lebreles de la
Paj si-mama, en
sus cubiles de
piedra del Iña-
cuyu. Y el Inca,
al oírlos, con la
nariz dilatada y
el befo contraí-
do, dice fuerte-
mente a sus ca-
pitanejos anhe-
lantes :
—“¡Pum ak -
jolltu! ¡pumak-
jotttu!”
Voz cuya tradu-
cción literal podría ser una inconveniencia, pero
de un sentido ideológico interesante: es como el ru-
gir del puma en el cuerpo de la mujer. . . y dentro
del Inca galopan sueltos los potros del deseo y su
sangre bulle en las arterias como la chicha en
los canales de plata del Palacio.
Las balsas embican en la playa clara y suave, de
piedrecitas blancas y redondeadas, de juncos ergui-
dos y aguas transparentes. ¿Cuál será la ñusta pre-
ferida? ¿A cuál el Inca tocará en la frente con su
fuerte mentón dominador, en el beso ambicionado
y supremo con que la doncella, venida de lejanas
tierras, con la sola credencial de su belleza o de su
sangre, se convertirá en la “ Palla” respetada y ve-
nerada, beso de mentón que erigirá en ídolo de
las multitudes a la recia virginidad serrana? ¿A
cuál calzará con sus propias y reales manos la “ojo-
ta” enchapada en oro, sandalia simbólica de su de-
cisión y signo visible de la nueva preferida?. . .
Y allá en las plataformas de la Gran Isla veo aún
el final de la fiesta solar; veo la ronda de enmasca-
rados y de ascetas, peregrinos de las rudas aride-
ces circunvecinas, con sus trajes caprichosos; corre
el acka de los cantaros, labrados en metales riquí-
simos; los panes de zancu se distribuyen aún, con
las ocas y la quinua; las quenas y los tamboriles si-
guen sonando en la noche, y la sangre de las vícti-
mas sacrificadas enrojece las piedras propiciato-
torias. . .
Entretanto la lancha ya se balancea suavemente
en las aguas tranquilas de Copacabana y los turis-
tas nos dormimos soñando aún con esa grandeza
pasada, con ese imperio colosal, con esa enorme
fuente de sugestiones americanas, ahí, en el propio
y admirable escenario de su vida misteriosa, en el
propio Lago que la tradición indica como el guar-
dián, en sus profundos abismos, de la riqueza ma-
terial acumulada por el poderío incásico, arrojada
a montones, cuando los “hombres blancos” se acer-
caron al Cuzco inmediato.
El amanecer en aquel mágico rincón, es un cua-
dro de grandeza y de quimera, que es imposible
describir.
Fulge el Lago de grana, de amarillo, de esme-
ralda, de celeste, de azul, de cobalto, rizado por
las brisas juguetonas, mientras las cordilleras le-
vantan sus testas de blancuras inmaculadas, mien-
tras las islas de la veneración incásica ponen sus
sayas parduzcas — raída veste de ermitaño— sobre
la gloria resplandeciente de las guas, mientras las
lomadas morenas, de curvas suaves, se tienden en
las orillas como ñustas desnudas a la caricia del sol.
Y ese sol, qué firme, qué fuerte, qué deslumbrante,
qué abrasador, qué inmenso es en aquel su Templo
de adoración!
Sus saetas radiantes irritan, queman, punzan, pe-
netran como alfileretazos y ponen fuego en la piel
y un loco ardor en el alma. La luz lo inunda todo,
lo avasalla todo y el humilde mortal tiene que ren-
dirse, como los hombres primeros y adorar. Adorar
aquella pradera azulina, con rizos de doncella en
la cresta espumosa de cada ola y regazos de mujer
en cada golfo redondo: adorar aquella luz incon-
mensurable, llena de quién sabe qué radiaciones tur-
badoras, que parece la misma mirada de Dios; ado-
rar aquella Madre-Tierra, ocre y reseca, como si la
muerte del Gran Imperio la hubiera dejado aniqui-
lada de tanto llorar; adorar aquel sol, cuya feérica
excelsitud debió imponer su rito como una necesi-
dad suprema en las almas simples de los primeros
“antis”. Adorar aquella soberbia claridad, adorar
el día, adorar aquellas aguas incomparablemente
límpidas, adorar aquel silencio preñado de rumores
eternos, adorar, en fin, la vida, que allí parece dis-
tenderse como una vela sedeña a los vientos más
puros del planeta. . .
Copacabana, piedra que se ve de lejos, piedra ra-
diante, indica la ubicación de un ídolo incásico. Y
sobre esa piedra, como en la expresión evangélica, se
edificó la iglesia.
Así, en aquel rincón ceñudo, entre aquellas ro-
cas agrestes, donde el Inca tenía su Tribunal, su
horca, su dios de piedra azul, sus almacenes de
provisión para los peregrinos de la Isla Templo,
24 INDOAMERICA
los “hombres blancos” erigieron el Santuario, en el
que se venera la imagen hecha por un descendiente
real, por el Inca Tito Yupamqui, tras larga y afa-
nosa gestación.
La imagen hecha en Potosí, retocada en La Paz
peregrinó por los llanos, por las serranías, se de-
tuvo en un rincón de luz y de maravilla sobre las
alturas que dan a Tiquina y llegó al fin a Copa-
cabana, donde los indios la recibieron deshojando
kantutas y plañiendo quenas.
Y desde entonces, como María Stella, resplandece
ahí, sobre el Lago, en una sonrisa perenne de ben-
dición y de esperanza.
Qué inmensa transformación sufrirían los espí-
ritus allí mismo cuando pudieron discernir que por
sobre la Pacha-mama, por sobre el Lago, por so-
bre los collados relumbrantes de oro y plata, por
sobre el Rayo, el Trueno, y el Arco Luminoso
— que para ellos sería como el Ilantu del dios— por
sobre los vuelos del Quntur, por sobre el manto res-
plandeciente del cielo, por sobre el Sol inmenso y
triunfal— había esa Señora de perdón, de suavi-
dad, de clemencia, de virginidad sublime, de paz y
de refugio definitivo!
Se vino abajo, con ello, toda esa legendaria cons-
trucción de mitos, de supercherías, de tradiciones,
de boato y esplendor, porque una etapa nueva abria
amplios e incalculables horizontes. Y la obra fantás-
tica del Incario cedió paso a la obra férrea y audaz
de los conquistadores como los conquistadores ce-
dieron ante las ideas revolucionarias y la revolu-
ción envendró las nuevas democracias, fuentes fe-
cundas del porvenir que viene.
El turista que recorre estas regiones madres de
la civilización prehistórica de América; que ve, que
palpa la formidable labor de Tihuanacu, en sus tres
épocas milenarias; que recorre las Islas de los tem-
plos; que siente la grandeza de la propia capital del
Imperio, del Cuzco imponente y misterioso; que, en
fin, ora su plegaria de evocación y de ensueño ante
las chullpas dispersas, siente y discierne el efecto
(de una gran cultura, de un arte, de una estética
única, propia, nuestra porque es americana y ve
en las piedras esculpidas, en los arcos de triunfo,
en las murallas derruidas, en los vasos espléndidos,
en las telas admirables, en las tumbas dolientes, mo-
tivos para arrancar y hacer revivir un estilo espe-
cial y rotundo, de una sobriedad y armonía impo-
nentes.
Dentro de nuestra argentinidad naciente, hemos
experimentado una especie de reviviscencia, que nos
podría mostrar el camino para esta obra de lo in-
caico. Buenos Aires ha sido el señuelo del cosmo-
politismo transformador, que ha hecho de la nación
el campo experimental de todas las razas, y será el
ánfora de cultura de todos los pueblos del globo.
De Buenos Aires penetró al interior la racha in-
novadora que barrió costumbres, tradiciones, mitos,
leyendas y supersticiones en un amplio esfuerzo ci-
vilizador. Pero de Buenos Aires también ha sopla-
do al interior el ideal necesario para conservar y
retener, entre la trama del progreso nuevo, el arte
viejo de la Colonia, con el perfume señorial de los
tiempos idos. Y Buenos Aires fue la primera en
poner de moda todo lo colonial y su estilo es hoy
usado y difundido, evidenciando con ello un arraigo
mayor para la tradición nacional.
¿No sería posible, entonces, que esa exterioriza-
ción del sentir de nuestros abuelos, que cobijó la
estética de nuestros padres y que viene ahora a ex-
pandir los sentimientos raciales de los hijos, se mez-
cle, se una, se funda con la otra estética aborigen,
con ésta que es más americana, más sui-géneris y
hasta si se quiere más antigua, ya que tiene aquí
(Sigue en la pág. 31)
Un “Junco” de totoras tal como lo usaron los Incas
INDOAMERICA 25
POETAS BOLIVIANOS
QUENA
TODA canción florece en una herida,
como en todo morir canta la vida;
así en mi raza floreció la quena,
cuanto más honda más estremecida.
Enjuta caña que la angustia engríes
y una ancestral humillación deslíes;
desángrase la raza en tu quejumbre
como una herida en cálidos rubíes.
¡Otro mar! ¡Otras tierras! ¡Otro cielo!...
Se embriaga toda voz del mismo anhelo…
Solo tu boca se apegó a la tierra
en un infinito desconsuelo.
Canuto amargo, sollozante quena,
un día por tu magia dolorosa,
al fin ha de quebrarse la cadena.
José Cañedo Reyes.
LA AUSENTE
XIII
ENTRA un rumor por la ventana. . .
Mi corazón se ha detenido
como si fueran sus pisadas.
Llega una música lejana. . .
Mi corazón se ha estremecido
como su fueran sus palabras.
Llega una música lejana. ..
Mi corazón se ha estremecido
como si fueran sus miradas.
VI
He apagado mis lámparas en vano.
Hay siempre luz para apagar mis párpados.
¡Qué estrellada la noche del pasado!
En vano he demolido mis altares.
Sobre las mudas ruinas sepulcrales
hallo siempre la gloria de tu imagen.
De qué sirve que he roto los salterios
en la sima hiemal de mi silencio
tu acento es siempre ritmo y sortilegio.
¡Ay, de qué vale si mi senda es otra,
si te llevo en la mano como rosa,
si en mi cielo floreces como auroa!
JESÚS LARA..
26 INDOAMERICA
En torno a una conferencia del
general don Alfonso Baldrich
(Viene de la pág. 20)
Chile cuando la guerra con la Argenti-
na parecía inminente; envió a muchos
jóvenes a estudiar en la Academia Mi-
litar de Santiago (el generalísimo pa-
raguayo D. José Félix Estigarribia y
la mayoría de los altos jefes guaraníes
fueron alumnos de ese instituto, en tan-
to que, no debía haberlo olvidado el Ge-
neral Baldrich, muchos militares boli-
vianos, entre ellos los generales Blanco
Gallino, Sanjinés, Mariaca Pando, Lan-
za y Quintanilla, se formaron en nues-
tra Escuela Militar y en nuestra Es-
cuela Superior de Guerra) y solicitó
dos misiones militares chilenas para
reorganizar su ejército, exteriorización
de simpatía (?) hacia nuestro país que
la ignorancia o la carencia de visión de
muchos argentinos, están retribuyendo
actualmente con su paraguayofilia.
El patriotismo guaraní se halla, pues,
frente al siguiente dilema: tratar de
conquistar su libertad económica, puer-
tos de aguas hondas y diversidad de
producción, con aspiración remotísima,
imposible, si se quiere, o bien con-
tinuar como país poco menos que es-
clavizado económicamente a la Argen-
tina; estado que es fácil predecir se
agravará el día en que nuestros go-
biernos no antepongan a los intereses
desnacionalizados de los capitalistas ar-
gentinos del Paraguay, los de los ca-
pitalistas y del pueblo de Misiones,
Corrientes, Norte de Santa Fe, Tucu-
mán, Chaco, Formosa y Este de Jujuy
y de Salta, en cuyo caso, leyes protec-
toras a la verdadera producción ar-
gentina de yerba mate, naranjas y de-
más frutas tropicales o sub-tropicales,
maderas, extracto de tanino, etc., ven-
drán a quitar a la producción similar
paraguaya su único mercado en el con-
tinente.
Preguntaremos al General D. Alfon-
so Baldrich si, de ser patriota paragua-
yo, ¿cuál de los dos caminos elegiría
para su patria: la esclavitud económi-
ca, deprimente y anuladora de toda as-
piración nacionalista o la liberación, la
prosperidad y el engrandecimiento?...
La respuesta nos la da el distinguido
militar cuando, con un tanto de impru-
dencia, afirma en su disertación:
“Es de gran importancia a las nacio-
nes de Sud América, el evitar caer ba-
jo la dominación de la finanza cosmo-
polita que constituye un peligro de ser-
vidumbre (el ya señalado caso del Pa-
raguay, por la preponderancia de capi-
tales argentinos y brasileños, y de la
Argentina por la de los europeos y yan-
kees), peligro que adquiere una grave-
dad singular cuando se trata del des-
arrollo de industrias vitales para la se-
guridad nacional (verbigracia el caso
de la Argentina, sin marina mercante
de ultramar; con sus medios de trans-
portes terrestres y fluviales, en manos
de empresas extranjeras; su producción
agrícola, bajo la férula de judíos interna-
cionales; su ganadería, a merced de
los frigoríficos europeos y norte-ame-
ricanos ; sus comunicaciones telefónicas,
sus empresas de luz y fuerza, su explota-
ción minera y la mayoría de sus indus-
trias en manos de capitalistas extraños.
¿Que en caso de guerra todo eso queda-
ría bajo el control del Estado? De acuer-
do, pero otro tanto acontecería con la
explotación petrolífera, de suerte que no
es para la guerra sino para la paz que de-
be resolverse el problema). Una nación
celosa de su independencia política, agre-
ga el general, que no consiste sólo en la
exteriorización de patriotismo al celebrar
efemérides gloriosas y saludar reverente
el pabellón, debe cuidar de asegurar su
independencia económica, y, por lo tan-
to, para el desarrollo de sus industrias
vitales no le conviene acudir a los gru-
pos financieros extranjeros sino en pro-
porción mínima”.
Esa es la conducta que al Paraguay
traza su angustiosa situación económi-
ca, frente a los capitales argentinos y
brasileños establecidos en su territo-
rio... Ya sabemos, pues, lo que haría
el General Baldrich de ser patriota pa-
raguayo, no existiendo razón alguna pa-
ra imaginar que los patriotas guaraníes
obren de modo distinto y no traten, por
ende, de libertarse de su actual servi-
dumbre económica.
Argentinismo espiritual,
Al iniciar esta refutación, dijimos
que el pundonoroso militar argentino
estaba inspirado en elevado y compren-
sivo argentinismo, juicio que ratifica-
mos, bien que lamentemos que entre los
problemas vitales de la Argentinidad, no
mencione los del espíritu, tan o más im-
portantes como los económicos, desde que
para formar una gran nacionalidad, en
la más amplia, subjetiva y duradera acep-
ción del vocablo, no bastan ni mucho me-
nos, la independencia política y la inde-
pendencia económica, dos factores despre-
ciables ante la posteridad, cuando la in-
dependencia espiritual no existe.
Al respecto, si el General don Alfon-
so Baldrich, conociera los magníficos
esfuerzos realizados entre nosotros pa-
ra conquistar esa independencia, median-
te un proceso en todo similar al que per-
mitió a la Edad Media zafarse de la
servidumbre pagana para crear la civili-
zación espiritual gótica o al Renacimien-
to inspirarse en la espiritualidad helé-
nica para renovar sus concepciones ar-
tísticas, sabría la trascendente influen-
cia ejercida por el Altiplano, con los
vestigios de las grandes culturas autócto-
nas de Tiahuanaco y Queschua o crio-
lla Colonial, sobre esa lucha por hallar
una expresión nueva y original que,
dentro de la gran civilización hispano-
americana, tenga modalidades argen-
tinas.
Un estudio de ese problema le hu-
biera enseñado al General Baldrich, que
las tres tentativas por crear, entre nos-
otros, una arquitectura nacional, esa
expresión superior de arte que todos los
pueblos dignos de ese nombre legaron a
La Posteridad, se inspiraron en otras
tantas culturas que florecieron en tierra
boliviana y peruana, en Tiahuanacu, El
Cuzco y Potosí; que más del sesenta
por ciento de la producción musical ar-
gentina bebe en las fuentes aymaro-
queschuas que, fecundantes y originales,
penetraron desde el altiplano a nuestro
territorio por las históricas quebradas
de Humahuaca y del Toro; que idénti-
ca raigambre aymaro-queschua-colonial
tienen las realizadas argentinas en ar-
tes decorativas o menores; que en sus
modelos más representativos, más ori-
ginales y más alejados de los moldes eu-
ropeos, por tanto tiempo copiados ser-
vilmente por los metecos criollos, poe-
sía, novela, cuentos y ensayos, derivan
también de la influencia de las grandes
civilizaciones autóctonas o colonial de
nuestra América; que, en cambio, la raza
guaraní, guerrera y agrícola, pe-
ro no artista, para nada ha podido in-
fluir en ese movimiento espiritual, que,
Dios y el talento de los artistas me-
diante, cimentará la independencia es-
piritual argentina, ante la que, lo repe-
timos, la independencia política o eco-
nómica, sobre todo esta última, pierde
gran parte de su importancia.
Frente a esa estrecha y fecunda co-
munión espiritual entre Bolivia y la
Argentina y la defensa de los intereses
de los capitalistas desertores de nues-
tra angustiosa situación económica es-
tablecidos en el Chaco Boreal, ningún
ciudadano que aspire a que la argenti-
nidad, cantada por Ricardo Rojas, sea
una realidad que nos dé la personali-
dad espiritual de pueblo digno de pasar
a la historia, puede titubear un sólo
instante. Entre el espíritu y la materia,
la cultura y la civilización imponen
optar por la primera, que representa lo
(Sigue en la pág. 30)
INDOAMERICA 27
De José Salmón Baliivian
BOLIVIA MARAVILLOSA
QUIEN conozca los departamentos de
Bolivia, llegará al convencimiento
de que esta república no sólo es
admirable por su variedad de cli-
mas y de productos, por su fauna y
flora, sino también por la diversidad
que reina en su conjunto, por la complejidad de materias
primas, de razas, de alimentos, de costumbres y de perspec-
tivas industriales.
Hay pocos departamentos afines, caracterizándose más
bien por la contraposición. Para ello no es menester bus-
car la diferencia entre el tropical Beni que es la región
de los grandiosos bosques y de los majestuosos ríos nave-
gables y Potosí, único en el mundo por su riqueza mineral
situada entre la nieve perpetua, o la que existe entre Santa
Cruz que es océano de verdura de floración esplendorosa
y los inmensos planos estériles de Oruro, pero saturados
también de riquezas inorgánicas. Basta citar la diversidad
que existe dentro de un mismo departamento; Tarija, por
ejemplo que cuenta con altiplano frío propio para cebada y
papas y de llamas y alpacas, descendiendo el cual se abre
un grandioso valle edénico de magnífico clima apropiado
para la uva y el olivo. Siguiendo el valle, como en gigan-
tesco muestrario se podrá apreciar zonas tropicales, en las
que crecen la caña, plátano, piña y maderas riquísimas agru-
padas en espesos bosques de Villa Montes, Yacuiba o las
Juntas de San Antonio que contienen también fuentes in-
agotables del codiciado petróleo. Dentro de cada uno de
nuestros departamentos existen diferencias tan grandes, que
en otras partes sólo caben entre distintos estados. Fundada-
mente calificamos a la república de Bolivia de “maravillosa”
pues para apreciar tales diferencias, en Europa por ejemplo, es
preciso recorrer enormes distancias y a veces ir a otro con-
tinente. Esto acontecerá con los franceses que deseando
conocer las zonas productoras del plátano y del café, sólo
podrán hacerlo trasladándose al Africa o al Brasil, así co-
mo tendrán que viajar hasta el Asia para contemplar los
altiplanos del Tibet que adormecidos por el frío extienden
sus tierras a los pies del Himalaya.
En Cochabamba se repite un cuadro parecido; altiplano
frío, valle risueño y hermoso, región yungueña semi tro-
pical y en el Chapare bosques más espesos y ricos que los
de la Selva Negra.
En La Paz el contraste es mayor: un lago [Titicaca] más
regio que el de los Cuatro Cantones, altiplano, valles como
los de Damasco, región montañosa y de bulliciosos torren-
tes como en Alaska, bosques en los que crece la goma elás-
tica como en la India, montañas con metales preciosos co-
mo los Urales y visiones fantásticas, superiores a las que
ofrece el Mont Blanc con el estupendo Illimani o el Illam-
pu y el Mururata, que son también depósitos inagotables
para el futura regadío de las planicies que se extienden a
sus pies y reservas de muchos millones de energía eléctrica.
De estas cumbres andinas se desprenden hoy hermosas ca-
taratas que caen desplegando plateada cabellera al son de
paradisíaca sinfonía y que sirven solamente para regalo de
poetas y soñadores. Pero el murmullo de las cataratas y el
bullicio de los torrentes se nos antojan más bien rugidos
de protesta contra la inacción o la escasa capacidad de
los hombres de esta generación…
Bolivia es un microcosmos que sintetiza todos los cli-
mas, todas las riquezas, todas las perspectivas del globo;
tiene la reproducción de la tierra andaluza, también con su
Guadalquivir en Tarija; y en Santa Cruz vive y palpita la
mujer española que a manera de castañuelas cascabelea
una eterna y alegre carcajada; tienen en el Beni el Volga,
el Danubio azul, el Nilo; tiene la estepa de Siberia ape-
gada a la impenetrable selva de la India; tiene los paisajes
maravillosos de los Cárpatos, con sus yacimientos de co-
bre, hierro y otros minerales; tiene en el Chorolque el Fuji
Yama al que Kipling llamó la “nota tónica” del Japón; tie-
ne en Santa Cruz los esplendores vegetales de la isla de
Coba de la que se sabe que sus tierras son diez y seis
veces más fértiles que la mejor de Europa. Si en Cuba sor-
prenden sus numerosas especies de palmeras, la abundante
producción del plátano, de yucas y de piñas, de Santa Cruz
puede decirse que nunca podrá ser igualado por nación
alguna en fertilidad y belleza; tiene en Guayaramerin una
Venecia, en la que a la manera del Lido no es menos her-
mosa la Isla Suárez; tiene pueblos tiroleses como Sorata,
mesetas como el Pamir llamado “el techo del mundo”, po-
blaciones como Lhasa y ríos como el Tarim que al igual
que el Desaguadero, no llega al mar sino que se pierde
en distintos lagos; tiene en los yungas paceños, cochabam-
binos y en el Ychilo bulliciosos y auríferos torrentes como
en el Canadá, que corren también por en medio de bosques
de maderas preciosas; tiene de Francia llamada el jardín de
Europa, un jardín mayor cual es Tarija; cuenta por
doquier Alpes, Pirineos y Cárpatos; y en Sucre tiene una
Niza que si bien carece de costa azul, en cambio aquella
blanca ciudad señorial posee la aristocracia y la elegancia
de Niza, con magnífico clima, bellísimo e inimitable cielo
azul y hermosos claveles rojos; tiene de Egipto la tierra de
los faraones un Tiahuanacu mil veces más antiguo y mis-
terioso que aquél, pues los orígenes de Tiahuanacu lindan
con la eternidad!
Bolivia tiene además, algo suyo propio, como fueron su-
yas y propias también las papas, la cascarilla y la coca; le
queda aún para hacer un don precioso al mundo ofreciendo
su quinua. su cañagua, sus ocas y Dios sabe qué otras
cosas más!
En verdad, gracias al avión y principalmente al automó-
vil que contra la oposición de las autoridades va abriéndose
camino con sus propias ruedas, comenzamos los bolivianos
a conocer y amar nuestros territorio. Fijémonos en que es
casi un dislate clamar sobre la necesidad de traer inmigra-
ción y turismo sin que antes se hayan preparado conve-
nientemente los campos para la inmigración, así como los
elementos precisos para el turista, que necesita confort y
buenos hoteles. Al llamar al extranjero, obliguémonos antes
los bolivianos o conocernos mútuamente y a conocer nues-
tra patria. Esta obligación debe ser más imperativa para
los legisladores y gobernadores.
No podemos dejar de exteriorizar nuestra alarma por
el grave daño que resulta de la despoblación que sufren
(Sigue en la pág. 31)
28 INDOAMÉRICA
Potosí, cuna de la independencia
artística y espiritual de América
(Viene de la pág. 5)
capaz de realizar, por si solo, una obra tal. Se in-
tuye, también, su temperamento de artífice, de orfe-
bre, por este filigranado frontispicio, espíritu deco-
rativo, por otro lado, típicamente indio potosino.
“El espíritu de rebelión de este artista queschua
no fué violento y apasionado como el de Aleijadinho.
Dícelo su arte que traduce paciencia. Dícelo su es-
fuerzo que traduce tesón. Pero no por ello careció
de pujanza su rebeldía. Vive, ésta, subterránea, in-
terior, clamorosamente interior.
“Su insurrección contra el espíritu de la metrópo-
li no se expresó en su vida exterior, reposada, callada,
habitual en todo indio quéschua y aymara después
de la Conquista. Su insurrección la esculpió en pie-
dra, la grabó para imprimirle gesto de eternidad,
para constancia de los hombres futuros que se aso-
ciaran a su belleza y descubrieran su honda sed de
libertad, su angustia ante la opresión hispana!
“En efecto: cada palmo de piedra esculpida está
hecho con la obstinado empeño de no imitar lo es-
pañol, con intención rebelde e independiente hacia
la fórmula impuesta desde la metrópoli y exótica
para él. Con insolencia criolla, cuando echa al dia-
blo toda proporción clásica. Con herejía criolla cuan-
do reemplaza la cruz católica por el sol incaico. Con
amargura criolla cuando reemplaza la cariátide eu-
ropea por la indiátide americana, como un símbolo
doloroso de la esclavitud del mitayo.
“Pero no debemos extrañarnos de esta violenta in-
surrección subterránea y disimulada en el exterior
sereno y silencioso del indio americano. Tupac Ama-
rú, el gran indio rebelde, demostró en forma mag-
nífica que debajo de aquella mansedumbre, el odio
a virreyes, alcaldes y corregidores era inmenso: des-
de el Ecuador hasta el sur de Tucumán, el indio se
conmovió en una sola angustia de rebelión. Todo el
sojuzgamiento mantenido por la fuerza del conquis-
tador explotó, violento y trágico, a la sola insinua-
ción de un solo indio: Tupac Amarú. El destino
quiso que aún no se cumpliera el momento de la
emancipación; pero ya lo dijo ese gran romántico
americano, Raúl Haya de la Torre: Tupac Amarú
fué uno de los grandes precursores de la libertad
americana.
“Pues bien: ese mismo espíritu de rebelión, sofo-
cado ante el trono de virreyes — irrespetuosos para
todo lo autóctono— latía con violencia inusitada en
el alma de nuestro gran artista quéschua, llevándole
a esculpir en piedra viva su rebelión, para que las
generaciones futuras comprendieran hasta qué punto
el alma del indio no se dejó esclavizar jamás, ante
la doble dictadura de la espada y de la cruz.
“El sol, imagen tutelar incaica, fué uno de los ele-
mentos de insurrección espiritual con que el indio
Kondori escandalizó la católica iconografía de las
iglesias y profanó las imágenes protectoras de los so-
lares privados.
“El Potosí del siglo XVIII podría llamarse la ciu-
dad del sol y de la luna. En efecto: el halo radiado
y la luna en cuarto, fueron grabados por doquier.
Difícil habría sido andar cien pasos en el Potosí en
las postrimerías del siglo XVIII sin encontrar el sol
y la luna esculpidos en los frontispicios religiosos o
en los frisos de los adintelados pórticos de solares.
Hoy, pese a las innumeraciones reparaciones de igle-
sias y de casonas, llevamos registrados varias decenas
de ejemplares admirables.
“¿Cuáles son los elementos que provocaron esta
anímica insurrecta en el pathos indiano de este her-
moso ejemplar de arte americano?
“Por supuesto, varios son los elementos de esta
disparidad, ya que solamente la estructura ortopédico-
arquitectónica — si cabe el término— , es apenas es-
pañola e impuesta por la orden religiosa que encargó
a Kondori la ejecución del trabajo. Lo restante fué indio,
comenzando por la técnica original y termi-
nando por los motivos expresados: indiátides, sol,
luna, estrellas, indias-sirenas, charangos, flores de
kantutas, flores de cardones, etc.
“Pero el elemento primordial, el elemento bandera
de esta rebelión estética y espiritual — inquietante y
sorprendente— fué el sol.
La plaza mayor de la villa imperial con sus
típicas arcadas
“Efectivamente, el queschua Kondori esculpió el
sol en el frontis con una unción sin duda ritual. En-
caramado en rústico andamiaje, bajo el dosel de pie-
dra bistegris de Potosí, hubo de cincelar la imagen
del sol, con su radiado halo, a la manera con que el
beato Angélico pintaba, arrodillado, sus santos y sus
vírgenes espiritualizadas. Y a buen seguro que los
manes incaicos inspirarían su cincel cuando para bien
armar su numen solar — atávicamente prendido a
su corazón— rodeólo de estrellas, y a su derecha,
para completar el firmamento de la astrología in-
caica, cinceló la luna.
“Y finalmente, para imprimirle al retablo de
piedra carácter de ensueño, sendas indias-sirenas ta-
ñen el charango para saturar aún más la emoción
india del conjunto”.
INDOAMÉRICA 29
LA POTENCIALIDAD ECONOMICA DE BOLIVIA
Por ALBERTO PALACIOS
EL eminente financista boliviano Don
Alberto Palacios, Gerente general del
Banco Central de Bolivia, ha dado
por Radio Lllimani de La Paz, la si-
guiente conferencia sobre la potencia-
lidad y la actual prosperidad econó-
micas de su país:
El menos avisado advierte que Bolivia se halla en un
grado de actividad y de intensa producción. Así, por ejem-
plo, su principal ítem de exportación, el estaño, sobre-
pasa los límites de lo ordinario, y las transacciones deri-
vadas de este capítulo revisten inusitada importancia. Es
interesante comprobar que si al comenzar la guerra del
sudeste, el estaño era casi el único producto exportable
que Bolivia enviaba a los mercados mundiales, paulati-
namente se ha venido desenvolviendo la exportación de
otros minerales, lo que ha engrosado en forma sonsiderable
nuestras exportaciones. Actualmente ha tomado un marcado
desarrollo la minería de wolfram, y gran parte de las minas
que se encontraban clausuradas, han reabierto sus trabajos,
ofreciendo a los empresarios particulares y al fisco, nuevos
y efectivos recursos.
Quien recorra las diversas regiones de la república, en-
contrará por doquier diseminados pequeños trabajos de bús-
queda de oro, los sumados a los lavaderos de mayor impor-
tancia, aportan a la economía nacional otra fuente apreciable
de ingresos. Es verdad que mucho de ese ori no se ha con-
centrado en el Banco Central de Bolivia, tal como lo esta-
blece la ley, pero un nuevo decreto hoy en estudio, que
aparecerá en breve, y por el que se remunerará con mayor
liberalidad las compras de oro, reglamentará beneficiosa-
mente esta importante actividad.
A lo anterior, pueden agregarse otros valiosos minerales
que salen al exterior, como son: minerales y concentrados
de plata, sulfuros de plata, antimonio, bismuto, plomo y zinc,
cobre, etc.
Los productos vegetales siguen también este curso natu-
ral de expansión, y así vemos que ha aumentado grande-
mente la exportación de quina, coca, goma elástica, caucho,
castaña brasileña, café y varias otras cáscaras y plantas
medicinales. La explotación de todos estos productos, repre-
senta utilización de miles de brazos, administración y todo
un mecanismo económico en pleno funcionamieto, a pesar de
que las necesidades bélicas han dado lugar a que se movi-
licen respetables cotingentes. He aquí una demostración con-
cluyente de la potencialidad financiera del país, con la cir-
cunstancia de que si el enemigo nos obliga a proseguir esta
cruenta lucha, la nación contará con recursos aun mayores
que podrá extraer de su propio suelo.
Otro ejemplo indiscutible de este fuerzo de trabajo y
de disciplina que realiza la nación, se comprueba también
al observar la importante política caminera desenvuelta en
plena guerra y en todas las zonas del territorio patrio. Nada
demuestra mejor esta dramática época de la existencia na-
cional, como el titánico proceso de la multiplicación de los
caminos.
Roturando sus montañas, perforando quebradas, cubrien-
do las llanuras que se alongan por la tierra, Bolivia busca
la unidad política y geográfica de sus inmensas y feraces
regiones, comprendiendo que los caminos son índice de la
grandeza de los pueblos y de su constante progreso material
a la vez que nervio de su propia defensa y de su entendi-
miento moral.
Por medio de la vialidad se busca la unión del altiplano
con las regiones del noroeste, del oriente y del sudeste de
la república. Cuando se complete esa unión, mediante gran-
des vías troncales que representan formidables esfuerzos
vencidos, la nación habrá encontrado su verdadera consis-
tencia estructural y, como inmediato fruto, verá desarro-
llarse intensivamente el intercambio comercial y económico
entre sus departamentos y provincias; los productos nacio-
nales cruzarán el territorio patrio en todas direcciones, y
esos caminos presurosos serán como las venas de un admi-
rable organismo por donde circual la sangre febril de la
bolivianidad, ansiosa de unión y progeso.
Con el fuerte impulso que han tomado las actividades
industriales en los últimos años, se inicia también en el país
una nueva y moderna era de trabajo.
No percibimos todavía con claridad el fenómeno; pero
lo cierto es que a la vez la nación acude sin vacilaciones a
defender sus fronteras, en una empresa que no tiene para-
lelo en la historia del continente, nuevas fuerzas descono-
cidas brotan del suelo patrio, y mientras los bravos comba-
tientes caen en defensa del patrimonio boliviano, otros bra-
zos y otras cabezas trabajan febrilmente en un maravilloso
proceso de reconstitución que demuestra nuestra capacidad.
Aumentan las fábricas, dentro de un plan lógico, coordi-
nando, y así podemos ver que hoy ellas visten y alimentan
al soldado, cubriendo también las necesidades del pueblo,
desplazando la excesiva importación del extranjero, rom-
piendo la mediterraneidad económica del país, que comienza
a nutrirse con sus propios recursos y ensanchar poderosa-
mente sus límites de acción.
Podría creerse, por todo lo anterior, que Bolivia está
en una situación privilegiada, floreciente, de dichosa abun-
dancia. Ello ocurre, ciertamente, en tiempos de paz; pero
ahora es lógico pensar que, pese a la potencialidad de sus
recursos naturales, la guerra demanda a la nación un esfuer-
zo titánico, y trae aparejados múltiples problemas, que sólo
mediante un gran espíritu de abnegación y un lúcido patrio-
tismo, se puede afrontarlos y resolverlos. Bolivia concentra
hoy toda su potencia para defender su patrimonio amena-
zado, pudiendo comprobarse la intensidad de su esfuerzo,
en detalles sintomáticos que revelan el sacrificio actual.
Vuelvo a repetir: Bolivia está muy lejos del agotamiento.
Por el contrario, conforme pasa el tiempo se prolonga la
campaña y exige nuevos esfuerzos la defensa nacional, sur-
gen nuevas energías y fortifican nuestra potencialidad eco-
nómica”.
30 INDOAMERICA
NOTAS Y COMENTARIOS (Viene de la pág. 18)
1887: Tratado Tamayo- Acebal, también rati-
ficado por las cámaras bolivianas y en-
carpetado por las paraguayas y toma
de Puerto Pacheco, situado fuera de la
zona someterse al arbitraje.
1894: Tratado Ichazo - Benites, que también
caducó debido a la intransigencia im-
perialista paraguaya.
1928: Toma , sin declaración de guerra, de
Fortín Vanguardia. La delegación pa-
raguaya se retira de la Conferencia de
neutrales de Washington; el delegado
británico, miembro de la comisión en-
viada al Chaco por la Liga de las Na-
ciones, declara al “ The Standard” que
los paraguayos tienen delirio de las
grandezas; Paraguay se alza contra la
Liga de las Naciones y renuncia a ser
miembro de la misma, con el reidero
pretexto de todos los países del mundo
están confabulados contra la república
guaraní, países cuyos representantes
ignoran, con toda seguridad, dónde se
halla la insignificante tierra del ñan-
duty . . .
Como se vé, en cuanto a pacifis-
mo, el Paraguay está tan lejano de la
Argentina, como lo estuvo durante la
epopeya emancipadora…
En cuanto a la obra de progreso ma-
terial y de cultura espiritual de los pa-
raguayos y argentinos, compararlas re-
sulta grotesco. Asunción es, de todas
las capitales hispano-americanas, la más
atrasada en urbanismo, edificación y
progresos generales (a un periodista ar-
gentino, enviado al Paraguay al ini-
ciarse la guerra, le enseñamos vistas fo-
tográficas de La Paz: la plaza Muri-
llo y el Parlamento, la avenida Tarapa-
cá, la Municipalidad, la avenida del
Prado, que tanto recuerda ciertos ba-
rrios de Belgrano, el Museo Tiahuana-
cu, etc., y frente a esa visión de la ca-
pital boliviana, nuestro compatriota só-
lo pudo exclamar: “se vé que este es
otro pueblo”). De la obra industrial
en el Chaco, muy importante, son au-
tores los capitalistas e ingenieros ar-
gentinos, brasileños y de otros países,
pues el Paraguay , sólo contribuyó a
ella con el dolor de los mensús y la
percepción de impuestos...!
Del punto de vista cultural: artes, le-
tras, teatro, música, ciencias, etc., quien
estudie lo hecho por los paraguayos y
los argentinos, llegará a la conclusión
de que la gran cultura de marras no
puede estar en manos de ambos pue-
blos, dada la disparidad y el fenomenal
desnivel existente entre ellos…
Retribuyendo la galantería del doc-
tor Juan Stefanich, cedemos, gustosos,
a su heroico pueblo la herencia de la
gran cultura humana occidental, pues
preferimos quedar ajenos a ella y per-
manecer aferrados a la barbarie orien-
tal a compartirla de igual a igual con
los guaraníes.
b) Destino de Bolivia.
En la misma publicación y con el tí-
tulo del epígrafe, el doctor. Juan Ste-
fanich niega, con simulada ignorancia,
que Bolivia pertenezca a la cuenca del
Atlántico o al sistema del Río de la Pla-
ta y dice: “El enfermizo afán bolivia-
no de salir al Río de la Plata, es geográ-
ficamente absurdo, económicamente im-
posible y políticamente peligroso (¿pa-
ra quién?)”, porque entre La Paz y el
río Paraguay media la distancia de 1500
kilómetros.
Lamentamos que el escritor paragua-
yo cometa o simule cometer errores tan
garrafales como el de creer que los pro-
ductos del norte del Altiplano, donde es-
tá situada La Paz y cuyos puertos na-
turales son Arica y Mollendo, aspiren
a tener salida por el sistema palten-
se, caundo harto sabido es que dicha sa-
lida la exigen para su progreso los ri-
quísimos departamentos de Santa Cruz
y de Tarija y el Chaco boliviano, desde
que resultaría inconmensurablemente
más absurdo, geográfica y económica-
mente, suponer que puedan ser envia-
dos sus productos a una distancia mu-
cho mayor de los 1500 kilómetros del
doctor Stefanich y salvando enormes y
casi infranqueables obstáculos naturales
como las cordilleras Real y Occidental,
a los puertos de Arica, Mollendo y An-
tofagasta.
Decir que el sistema hidrográfico bo-
liviano “lo señala como tributario del
Pacífico, no del sistema paraguayo,
uruguayo, argentino y brasileño” es fal-
tar a la verdad con descaro, desde que
en el mismo artículo el autor confiesa
que los ríos Bermejo y Pilcomayo y
los afluentes chaqueños del río Para-
guay, pertenecen al sistema del Río de
la Plata y que el Mamoré, el Beni y
otros ríos del Norte de Bolivia, per-
tenecen al sistema del Amazonas.
Para justificar su impostura el pu-
blicista paraguayo agrega que esos ríos
no “han visto en sus riberas una pobla-
ción boliviana ni actividad alguna civi-
lizadora de Bolivia...” ¡Caramba! Y
nosotros que creíamos que La Paz y
Cochabamba se alzaban sobre afluen-
tes del Amazonas; que Sucre (cuna es-
piritual de la independencia sudameri-
cana) veía nacer afluentes del Río de la
Plata y del Amazonas; que Potosí, la
admirable Ciudad Imperial, Tupiza y Ta-
rija, estaban situadas en la cuenca im-
brífera del Pilcomayo y que Santa Cruz
de la Sierra bebía la misma agua que
contribuye al caudal del río Paraguay!
Pero aunque no mintiera el doctor Ste-
fanich, su teoría carecería de consisten-
cia, desde que nuestra América se halla
en plena evolución progresista y lo que
no ha hecho hasta ahora, lo hará maña-
na. En Sud América, existen más posi-
bilidades que realidades, por carencia de
población, de dinero y de medios de co-
municación, de suerte que las regiones
más cercanas al mar y a los grandes
ríos son las que más han progresado,
lo que no quiere decir que las más medi-
terráneas, hoy atrasadas económicamen-
te, no progresen en cuanto las comunica-
ciones se faciliten, y al respecto, para
Santa Cruz, Tarija y el Chaco boliviano
es geográfica, económica y políticamen-
te imprescindible pertenecer al sistema
del Río de la Plata.
★
En torno a una conferencia del
general don Alfonso Baldrich
(Viene de la pág. 26)
más noble, y lo más duradero de un
pueblo.
En resumen la paraguayofilia del Ge-
neral Don Alonso Baldrich se desarro-
lla al margen de la justicia internacio-
nal Hispano-Americana, contra las con-
veniencias más elementales de nuestro
país (para nuestra seguridad militar el
bloque Argentina-Bolivia-Perú, que co-
locaría a disposición nuestra el puerto
de Mollendo, ligado a La Quiaca por la
línea Mollendo-Puno, el lago Titicaca
y la línea Guaqui-Villazón-La Quiaca,
inapreciable para el caso, que siempre
debe preverse, pues la historia nos dice
que no existe pueblo invencible o no su-
sujeto a algún revés, de la destrucción
o el embotellamiento de nuestra flota,
resulta mucho más eficaz que el bloque
Chile-Bolivia-Perú, cuya integración es
obra exclusiva de nuestra actitud fren-
te a la contienda del Chaco o del im-
posible, por las razones anteriormente
expuestas, bloque Argentina-Paraguay,
que en caso de un percance marítimo
nos ofrecería, para neutralizar los efec-
tos de un bloqueo, naranjas, yerba ma-
te, extracto de tanino, maderas y ñan-
dutís. .. ) contra sus conveniencias es-
pirituales y contra la paz sud-america-
na, lo que nos parece mucho para ven-
gar la cesión, a la Standard Oil, que
al fin y al cabo no nos importa, pues-
to que cada cual tiene derecho de hacer
lo que le place en su propia casa, de
los yacimientos tarijeños y cruceños.
Carlos de la Roca.
INDOAMERICA 31
EL LAGO SAGRADO DE LOS
INCAS
(Viene de la pag. 24)
una vida inmemorial y profundas conexiones con las
más remotas culturas del Asia y Egipto? No ten-
dríamos, en esta forma, en la unión del arte colo-
nial con el aborigen, la estética típica y fundamen-
tal de la raza que nace?
¿Por qué no difundir, entonces, en estas nacio-
nes sudamericanas el estilo incásico? ¿Por qué nues-
tros arquitectos, nuestros decoradores, nuestros pin-
tores no han de buscar una fuente de inspiración,
de arte en esta grande y vieja cultura obirgen? Y
no digo nuestros músicos y nuestros poetas, porque
en la música y en la poesía algo se ha hecho y se
hace ya por este arte peculiarmente americano.
Y ese “nuestro” que se repite tanto, tiene una
aplicación directa y propia. La cultura incásica no
es sólo de Bolivia o del Perú: es de toda la Amé-
rica del Sur. Los lindes geográficos actuales no pue-
den separar la influencia evidente de esa cultura
que irradió tanto, cuando hoy mismo, por ejemplo,
oímos el quechua en Santiago del Estero, la quena
en Jujuy y presenciamos los ritos de la Pacha-mama
en todo el norte, influenciando Chile y abarcando
una buena parte del Ecuador porque en todas esas
zonas el Gran Imperio dejó rastros y almas incon-
fundibles.
Quizá esas almas vagabundas, ese espíritu jamás
borrado, ese sello único de la, gran raza sea tam-
bién, andando el tiempo, el señuelo necesario para
que se reúnan los elementos dispersos del arte in-
cásico.
Y no se debe olvidar que aquí, en las riberas del
Titicaca, en el Cuzco, en Tihuanacu, en las Islas
Sagradas del Lago, resplandeciente de mirajes ame-
ricanistas, hay una raigambre de arte fabulosamente
bella, que hoy se oculta o esteriliza medrosa y aban-
donada, y que puede ser el núcleo vital de una re-
viviscencia necesaria y grandiosa para el desarrollo
espiritual de estas naciones, y para los fundamentos
morales de la raza en formación.
HORACIO CARRILLO.
★ ★★ ★
BOLIVIA MARAVILLOSA
(Viene de la pág. 27)
algunos departamentos a causa de la concentración en una
sola ciudad en busca de empleo gubernativo, o bien por la
emigración de trabajadores, los que aunque disponen de
tierras fértiles para el cultivo, prefieren, alucinados, ir a
las naciones vecinas en busca de trabajo a jornal. En la
Argentina hay miles de tarijeños y crúcenos, y en las sa-
litreras de Chile se han perdido o agotado miles de cocha-
bambinos ; siendo así que esos brazos son elementos precio-
sos para impulsar el progreso de sus localidades cuya na-
turaleza es rica y pródiga.
La extensión de Bolivia y la multiplicidad que tiene
de aspectos origina falsos juicios o. por lo menos incomple-
tos. Para unos, es un páramo rico en minerales ubicados
en montañas inaccesibles, y para otros no es más que un
enorme bosque por el que discurren caudalosos ríos y ani-
males feroces. Una anécdota pinta muy bien lo antes di-
cho. Un audaz turista inglés había ingresado a Bolivia por
Puerto Suárez ascendiendo el río Paraguay y pasando
después a la ciudad de Santa Cruz, recorrió algunas pro-
vincias. Por Cuatro Ojos entró al Beni y después al Acre.
En una Chata descendía por el Purús para tomar el Ama-
zonas acompañándose con un boliviano, el que fervoroso
amante de su patria llevaba un escudo de Bolivia. El inglés
que conocía una gran parte del territorio, no entendía el
significado del escudo, y extrañado, formulaba las obser-
vaciones siguientes: ¿Este es el cerro de Potosí?, pues yo
no he visto ni una pequeña colina. Este animal ¿es una
llama?, no he visto ni cosa parecida. Me dice usted que
esto es un haz de trigo?, sólo he visto arroz, yucas y caña.
El boliviano, intrigado, díjole entonces: ¿Cómo habría
dibujado el escudo de Bolivia? El turista inglés repuso:
Habría pintado un bosque por el que atraviesa un río na-
vegable lleno de caimanes y habría puesto también, col-
gada de dos palmeras una hamaca, con el boliviano dur-
miendo dentro de ella.
Ciertamente que es grave pecado de lesa civilización que
la naturaleza nos haya entregado tan grandes tesoros, para
hacer lo que aquel del pasaje bíblico, que se limitó a
conservar los '‘talentos” guardándolos dentro de la tierra…
En cambio Chile país relativamente pobre, rocoso, sin ma-
terias primas después de una política de veinticinco años
se ha convertido en manufacturero en forma que hoy pa-
dece una crisis de superproducción.
Al observar los afanes y las preocupaciones de la mayor
parte de los hombres de la actual generación que viven al
día y para el día, y que no piensan o no se atreven a fun-
damentar el progreso de mañana y se limitan a lamentarse
femeninamente por la crisis minera, tendríamos derecho a
que nos invada la desesperanza. Por suerte, la nueva gene-
ración, valiente ,vigorosa, consciente, hará pronto una gran-
de patria nueva reduciendo a escombros las taras y los vi-
cios que son los únicos que ahora alientan la vida política
y administrativa del país. Por otra parte, la crisis minera
traducida en pobreza creciente, nos fustigará incansablemen-
te con dolorosos latigazos hasta obligarnos a producir nuestro
propio pan, arroz y azúcar…
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32 INDOAMÉRICA
Influencia boliviana en el arte argentino
Proyecto de Monumento a la Independencia en la Quebrada de Humahuaca,
obra del arquitecto Héctor Greslebin y del escultor Luis Perlotti, cuyo estilo
inspirado en el arte tiahuanacota, revela la fecundante influencia de la espiri-
tualidad de Bolivia precolombina.
Chuquisaca cuna de la Emancipación
Hispano- Americana
(Viene de la pág. 12)
taimado recelo la prosperidad de sus vecinas. Ali-
mentó así un egoísmo nacionalista solitario y
huraño, febril e irritado. Ajeno a toda cordialidad,
a toda noble expansión, cerró sus puertos al in-
tercambio y la comunión amistosa”.
Esa estrecha comunión espiritual entre el grito
de Mayo y la gran tradición incaica, se afirma en
el sol de nuestra bandera, símbolo del Inca, y en
las estrofas del Himno Nacional, cuyo autor nos
dice que:
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor,
lo que ve renovando en sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
comunión espiritual, ésta, que sólo pudo estable-
cerse por influencia directa del Alto Perú, parte
integrante del vasto Imperio de los Incas y cen-
tro irradiador de las ideas emancipadoras.
De la gratitud de los pueblos hispano-america-
nos esperan aún la Universidad Mayor de San
Francisco Xavier y la Academia Carolina de
Chuquisaca, el monumento que inmortalice, en el
mármol o el bronce, la trascendente influencia
ejercida por ellas sobre la independencia sud-
americana.
Chuquisaca y Ayacucho son los dos polos de
nuestra epopeya máxima continental: Chuquisaca,
de cuyos doctores partió la idea de libertad, Aya-
cucho, donde esa idea vigorizó el brazo del vence-
dor para sellar la obra; resultando justo recor-
dar, ahora que tantos lo olvidan, que en esos dos
polos y en los acontecimientos que se desarrollaron
entre ellos, desde México hasta el Río de la Pla-
ta y desde Misiones hasta el océano Pacífico, el
pueblo paraguayo, como nacionalidad hermana de
las demás, fué el único que permaneció egoísta-
mente ajena a ellos.
Gastón O. Talamón
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Indoamérica : revista mensual ilustrada
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1935-
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Ejemplar 1 del año 1 de la revista Indoamérica, publicado en 1935.
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Indoamérica : revista mensual ilustrada
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Año 1, no. 1
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Buenos Aires, junio 1935
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Molins, Jaime
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Jaimes Fereyre, Ricardo
Viscarra M., Humberto
Canedo Reyes, José
Lara, Jesús
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Palacios, Alberto
De La Roca, Carlos
Carrillo, Horacio
Talamón, Gastón O.
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